Hay quien dice que es todavía demasiado joven para correr con los “mayores”. Otros hablan de su inexperiencia cuando lleguen los momentos duros. Después está Jorge Lorenzo, que lo señaló a falta de un par de semanas de comenzar el campeonato: “No me sorprendería que fuera el campeón de este año”. Lo dijo en tono sincero, tranquilo y sin necesidad de echar balones fuera. Se refería a Marc Márquez, debutante en la máxima categoría del motociclismo. Es una prueba de cómo ha evolucionado el corredor español. Con tan solo 20 años ya se ha hecho un hueco entre los protagonistas del mundo de las dos ruedas. Lo ha conseguido gracias a combinar una serie de virtudes personales y profesionales.
Quienes lo conocen aseguran que esa mirada de niño que todavía conserva y su timidez fuera de la pista se transforman en ansia, nervio y frialdad cuando se sube a una moto. Campeón español más joven en la 125 c.c, apuntó a MotoGP el año pasado después de ganar en Moto2. Pero lo hizo como lo saben hacer en Cervera, su patria pequeña. Quiso en Valencia, con todo ya ganado, dar una última lección a sus competidores y a aquellos que todavía dudaban de él de cara a próximas temporadas. Tras tener que salir el último por cumplir una sanción impuesta desde dirección de carrera, finalmente acabó ganando la misma. Sin paliativos, marcando el ritmo y dejando claro que el nuevo rey era él por derecho propio. El motor sobre el que cabalgaba acalló todo tipo de rumor o de crítica. El olor a la goma quemada que iba dejando en su estela hacia la victoria hizo el resto.
Con su número 93 a la espalda concluyó a orillas del Turia en 2012 una etapa. Ese mismo doble dígito que ahora lo identifica como un icono entre sus fans se corresponde a su año de nacimiento, una vez que le obligaron a quitarse el 35 cuando se fusionaron los campeonatos de velocidad catalán y valenciano. Su casco relucirá una cifra que le ha dado suerte para comenzar a andar otro camino. Toca seguir una nueva senda, sin volver la vista atrás, porque Márquez no necesita vivir del éxito pasado. Quiere en MotoGP seguir construyendo sobre sus pasos una vereda que le lleve a la cima del triunfo en el motociclismo.
En la cúspide esperan otros dioses del olimpismo dentro del motor. También el último en incorporarse a ese Olimpo, Jorge Lorenzo, bendice su llegada a la categoría reina. Aquel ilerdense que con cuatro años pidió una moto de gasolina porque las de batería que llevaban los demás niños de su barrio eran demasiado aburridas, ahora puede añadir una nueva mueca en sus éxitos con forma de cilindro. La juventud no será un hándicap.