En 2010, antes del Gran Premio de Aragón, Lucas Pesek recibió una llamada mientras descansaba en su habitación. “No hace falta que vayas a España, no correrás más con nosotros”. La voz al otro lado del hilo telefónico era uno de los responsables de la empresa Piaggio, quien le obligó a bajarse de la Moriwaki que llevaba conduciendo desde 2008. Fueron dos años de agotamiento psicológico, ya que su sueño de subir desde 125 a 250 se convirtió en pesadilla. No obtuvo ningún éxito reseñable y, aunque desde la entidad se le echaba las culpas a él, en su interior sabía que sus malos resultados se debieron sobre todo a una mala planificación del equipo.
Se marchó por la puerta de atrás, sin saber qué hacer ni cómo había llegado a esa situación. En su historial, antes de la desazón en Moto2, había importantes hazañas y triunfos que le otorgaron un hueco entre los grandes. Para los años 2005 y 2006, en 125, alcanzó los siete podios y una victoria en la categoría del octavo de litro en el Gran Premio de Australia de 2007. Todo le iba relativamente bien hasta que aquel infortunio del 2010 le dio un espaldarazo a su soñada carrera.
Ahora este checo de 27 años, nacido a los pies del Moldava en un frío noviembre de 1985, tiene una segunda oportunidad de la mano del mismo que le se la dio en su debut en 125, Giampiero Sacchi. Formará parte del Came IodaRacing junto a Danilo Petrucci. Pero esta vez será a lo grande. En la categoría reina, donde solo unos cuantos privilegiados tienen la ocasión de ponerse sobre las dos ruedas. En su entorno llaman a la revancha contra los que no confiaron en su día. Él prefiere hablar solo de reto e ilusión.