![Márquez, al asalto del título en Japón](/RC/201310/24/Media/marquez-japon--647x320.jpg)
El error del equipo Honda el pasado fin de semana en Australia logró lo que ni Jorge Lorenzo ni Yamaha habían conseguido en los últimos meses: dar emoción al Mundial de MotoGP. Nadie esperaba que en Japón todo estuviera abierto, y mucho menos que los nervios afloraran en la persona del joven debutante que hasta ahora se había mostrado frío como el invierno mediterráneo de su Cataluña natal. Marc Márquez quiere pasar página. Olvida y perdona, según se encarga de decir a todos los que le preguntan desde hace días por el incidente de su descalificación que podría costarle un título que ya abrazaba con ambas manos.
«Lo importante es que demostramos estar listos y que éramos competitivos. Ahora debemos dejarlo todo atrás y concentrarnos sólo en Motegi», aseguró en vísperas de la carrera. Sin embargo, en su fuero interno Márquez está enojado. El perdón lo obtendrán en el equipo cuando el cetro que lo acredita como el novato del año sea de su propiedad. El olvido llegará al mismo tiempo que se alejen los malos augurios y los fantasmas de la mala suerte aparecidos bajo el calor de las últimas emociones.
Bien es cierto que todavía Lorenzo, el actor secundario al que ese misterio que es el destino le ha dado la oportunidad de seguir nadando hacia la orilla con una botella extra de oxígeno, aún está a 18 puntos del líder. No hay que buscar grandes hitos ni tampoco rememorar actuaciones legendarias para saber que siempre ha habido cosas más sorprendentes dentro del mundo deportivo en general, y del motor en particular, cada temporada. Ver al mallorquín salir campeón una vez más y dejar rezagado para los anales de la historia a Márquez no es tan complejo como se pudiera pensar. El piloto de la escudería azul sigue cauto. Esa doble personalidad que nunca deja indiferente a ninguno de sus contrincantes ahora se ha establecido en la cordura y en templar los ánimos con su máximo rival. Si hace poco su ideal revolucionario le llevó a ironizar sobre la escueta sanción impuesta al de Cervera, pidiendo fomentar la seguridad y no el espectáculo de ganar dinero por encima de todo, Lorenzo ahora prefiere mirar con otros ojos al catalán. Se lamentó de la falta de acierto desde el box de la marca enemiga y pide a la llegada al imperio del sol naciente respeto para aquél al que los números dan como favorito.
Una vez más en la brecha
Porque a nadie se le escapa que Japón y su gran premio se presentan como la alternativa seria a la desesperación de unos y el auge de esperanzas en los corazones de otros. Alegrías y tristezas que se van entremezclando, junto a las gotas de melancolía que dejan de lado otros corredores de la plantilla por ver cómo su tiempo pasado siempre fue mejor que un presente en el que están marginados. El caso de este último es Valentino Rossi. Cuatro veces conquistó suelo nipón el italiano. Curiosamente, de los pocos donde no llegó a alcanzar su triunfo en los niveles inferiores y sí en el último de MotoGP. Ahora está perdido, olvidado, y se ha convertido en un apátrida del motociclismo allá donde va. El culpable es principalmente el protagonista una vez más de la historia que marca el Mundial desde el inicio de la campaña. Márquez ha logrado poco a poco eclipsar incluso a su ídolo, aquél al que le pidiera una foto hace pocos años y al que ahora saluda con aires de gran general mientras lo pasa a 200 kilómetros por hora.
El líder del Mundial sólo debe dar un último gran golpe sobre la mesa antes de celebrar con cava la victoria y convertirse en el mejor debutante desde Kenny Roberts. El escenario para su nueva actuación es propicio. Se encontrará dentro del increíble trazado de Twin Ring, propiedad de Honda. Donde nació y echó a andar por vez primera la RC213V que monta. Le rodeará un paraje sin parangón en el distrito de Kanto. Un teatro que huele a goma quemada y a gravilla húmeda al aire libre. Podrá emprender una nueva batalla entre amistades y enemigos para recordar de esta forma las palabras del Enrique V de Shakespeare: «Una vez más en la brecha, queridos amigos»