El hombre o la máquina. Es la sempiterna balanza que se pone sobre la mesa del motociclismo cada temporada. Siempre se alaba más a la ingeniería que al que la usa para ejercer su profesión. En la pretemporada, con los entrenamientos para la puesta a punto en Jerez, se volvió a la pregunta perpetua: ¿Es tan bueno el piloto o es su moto la que hace el trabajo más importante? Un interrogante que deja una conclusión difusa tras comprobar los tiempos de la nueva Honda.
La RC213V de Pedrosa y Márquez mostraba su lado más espectacular en tierras andaluzas. Una maravilla creada por la factoría japonesa para arrebatar el cetro a sus competidores de Yamaha. El de Cervera lo dijo sin tapujos en verano. «Literalmente, parece que vuela», afirmó como una muestra de confianza total en sus mecánicos. Su compañero de equipo se mostró más precavido. Sabía el catalán que no era oro todo lo que relucía. «Le van mejor los circuitos de stop&go; en Catar vamos a sufrir», reconoció antes de la gran temporada que se intuía ya en el horizonte más cercano. Acertó. Vaya si lo hizo. Se comprobó desde los entrenamientos libres de jueves y viernes que tocaba sufrir bajo los focos del desierto. Marc pareció espantar fantasmas para Repsol el viernes al hacer el mejor tiempo. Pero en la carrera se vieron las debilidades y virtudes propias y ajenas de las máquinas.
Con la resaca del Gran Premio de Catar llega el momento de sacar las primeras conclusiones. Solo ha sido una carrera, pero se empieza a atisbar el desarrollo del Mundial en MotoGP. Lorenzo fue el primero en ponerse en marcha hacia su tercer título en la máxima categoría. Dio una lección de principio a fin y nadie duda de él. O mejor dicho, ningún experto puede poner en duda la fiabilidad del su moto. Sobre todo al verlo en el podio junto a su viejo camarada Valentino Rossi, quien parece recuperar la sonrisa y las sensaciones. Ambos dejaron en evidencia a sus principales rivales.
Porque el dueto italoespañol fue la grata sorpresa en Losail. La M1 fue tan superior en el circuito catarí que pareció un monólogo del mallorquín. Hasta su amigo transalpino se permitió el lujo de salir atrás, desde la tercera línea, para llegar en segundo lugar. «Si tengo que ser el escolta de Jorge, lo seré sin problemas», aseguró el de Tavullia, haciendo olvidar a aquel joven impetuoso a la par que inmaduro con frecuentes enfrentamientos internos. Habrá que ver si sigue la misma dinámica de compañerismo cuando lleguen los malos tiempos. Porque lo harán. Al menos así lo piensa Lorenzo, al que su superioridad en Doha le parece un oasis, de momento, más que un mar cercano. «Sufriremos en otros circuitos», matizó, arrojando incertidumbre sobre un vehículo que, en teoría, pierde competitividad con la Honda en la aceleración y la mejora en los cambios de dirección rápidos.
Sorpresa en la clase media
La otra gran oportunidad que no se dejó desaprovechar sobre la arena catarí fue la de disfrutar de la mezcla perfecta, en ocasiones, de las denominadas ‘satélites’ con corredores novatos y atrevidos. El mejor caso fue el de Crutchlow, uno de esos rebeldes del motociclismo que nunca está conforme con nada. En pretemporada dio voces en todos los despachos que encontraba a su paso para lograr las mejoras de su Yamaha de Tech3. Quería igualar a los jefes de la franquicia azulada. No logró tanto como esperaba, aunque sí lo suficiente para pelear durante todo el fin de semana hasta alcanzar el quinto puesto final. El primero de los mortales, como le gustaría decir a cualquier positivista del mundo del motor.
En el lado pesimista deben encontrarse las Ducati. Sobre todo Dovizioso, que sigue siendo la promesa infinita y acabará perdiéndose en un quiso y no pudo. La mejoría de las ‘balas rojas’ no ha sido suficiente, toda vez que el pilotaje siempre deja mucho que desear en el italiano. Habrá que confiar en su carisma para que sea capaz en un futuro próximo darle mayor competitividad al Mundial. No será sencillo.