Hay cineastas con cierta tendencia al exceso. Ahora andamos en tiempos de 'low cost', pero el metraje desmedido sigue entusiasmando a grandes firmas de Hollywood que, desdoblados en productores, no se dan cuenta de que sus películas con menos hubieran ganado más. En ese superávit horario cae también lo último de Martin Scorsese (Nueva York, 1942), 'El lobo de Wall Street', un retrato de la opulencia y la mediocridad que vivió la sociedad americana -más bien la occidental, porque es también la nuestra- en los años previos al big bang de la burbuja financiera. La diferencia es que después de 179 minutos de ver a Leonardo DiCaprio saltarse el catálogo completo de las conductas éticas y morales de la economía y el sentido común, uno mira la pantalla y dice: “¡Qué corta se me ha hecho la película!”
Y es que 'El lobo de Wall Street' es todo un 'Martin Scorsese'. Destila el carácter, la mirada y los excesos -me resisto a ver defectos donde hay puro barroquismo- de un autor que retrata la sociedad que le rodea con un estilo único. Un maestro que ha creado escuela. Y al que los imitadores y (re)interpretadores aún no han conseguido superar. 'El Lobo...' es un auténtico derroche. No solo de guión -por lo que cuenta y el tiempo que destina a ello-, sino en la iconografía, la producción, la dirección de actores, el montaje vertiginoso, el ritmo sin concesiones... Y todo con la firma de un tipo de apenas 71 años. Si tenemos en cuenta que otro infatigable cineasta de 83 tacos como Clint Eastwood ha hecho sus mejores películas en las últimas dos décadas, todavía queda Scorsese para rato.
Productor, guionista, y actor -esto último es lo que peor se le da-, además de director, Martin Charles Scorsese no solo es uno de los grandes creadores que marcan el paso del Hollywood contemporáneo, sino que también ejerce de ‘indiana jones’ del cine mudo. Al frente de la organización sin ánimo de lucro The Film Foundation, el cineasta se ha convertido en el principal conservacionista de las películas silentes, unas joyas cuya producción, según se estima, han desaparecido en un 90%. El cineasta fue incluso capaz de convertir su fascinación por este patrimonio audiovisual en un relato de ficción en su anterior filme, la luminosa 'La invención de Hugo' (2011), que recuperaba la figura del primer gran mago del celuloide, el francés Georges Méliès.
Reconocido como nunca lo fue el pionero galo, Martin Scorsese se planta con su 'lobo' en esta edición de los Oscar sin muchas posibilidades, pese a firmar una de sus películas más interesantes, vibrantes y demoledoras de su filmografía más reciente. La crítica ha reconocido la contundencia del filme, aunque le han afeado el retrato presuntamente fascinado que hace del personaje real de Jordan Belfort. Pero el filme guarda más lecturas tras esa superficie. El relato, lo que se nos muestra, es de tal obscenidad que habla por sí solo. Y es además una hoja de ruta directa al corazón podrido de la corrupción y la codicia que ilustra a la perfección el colapso al que llegó el sistema financiero en todo el mundo.
La cuenta pendiente del Oscar se la cobró Scorsese en 2006 con los premios a la mejor película y dirección por 'Infiltrados'. Un reconocimiento tan justo como injusto porque tenía el sabor de recompensar una deuda más que la propia película. Un déficit con casi tres décadas de agravios que arrancó allá por 1976 cuando ni siquiera fue candidato a mejor director por el clásico 'Taxi Driver' (1976) y que se quedó en nominaciones con películas imprescindibles como 'Toro Salvaje' (1980), 'La última tentación de Cristo' (1988) o 'Uno de los nuestros' (1990). Aunque para olvido el de su obra maestra 'Casino' (1995), que ni siquiera fue considerada finalista a las estatuillas. Este año, el Oscar sería más acertado que en 2006. Aunque a Scorsese no creo que le importe mucho. El premio se lo ha cobrado en la taquilla, donde ha roto su techo y ha superado los 300 millones de dólares en todo el mundo. No sé que habría sido de este genio si se hubiera dedicado a jugar al monopoly de Wall Street, pero haciendo películas es el lobo de Hollywood.