Ficha técnica
Tengo un problema con la última película de Paul Greengrass y es que estoy convencido de que debería haberse titulado 'Tom Hanks'. Sí, cada vez que miro a la pantalla veo al protagonista de 'Filadelfia' o a la estrella de 'Náufrago', pero pocas veces al capitán Richard Phillips, salvo en la estremecedora escena postclímax en la que podemos intuir su presencia al otro lado de la cámara musitando «ése no soy yo».
Por lo demás, bien, todo bastante previsible y en un tono que suscribe la línea marcada por los trabajos más sobresalientes (denle el sentido que quieran a éste término) del director inglés: las típicas dificultades por las que atraviesa Greengrass cuando trata de unir varios puntos de vista, un torrente de planos que reconstruye la asfixia de un espacio cerrado y la urgencia de una situación límite sugerida por el habilidoso montaje de Christopher Rouse. El docudrama que recrea la traumática experiencia del capitán y la tripulación del 'Maersk Alabama' es un espejismo que sirve para desviar la atención de los espectadores que reclaman un cine de acción riguroso y bien documentado, capaz de abrazar a las distintas partes de un conflicto y con el poder de convicción suficiente para dirigir la conciencia del público hacia un punto neutral en el que se produzca algún tipo de reflexión (cualquier similitud con "La noche más oscura" es un espejismo).
Lamentablemente, en 'Capitán Phillips' hay poco más que palabras e intenciones dudosas, a pesar de que los piratas somalíes toman la palabra para denunciar los abusos colonialistas que los han empujado a la práctica de un nuevo modelo de negocio. En la dicción de Greengrass, que desdobla la psicología del asaltante en tres personajes fuertemente estereo tipados, subyace un racismo paternalista que alcanza su efervescencia en la penúltima escena, donde queda claro que sobrevivirá la única víctima con un rostro reconocible para el espectador.