Cuando la veracruzana Salma Hayek leyó, junto al productor Sid Ganis, entonces presidente de la Academia, los nombres de los afortunados que optarían a las estatuillas de la 79ª edición de los premios Oscar, un escalofrío atravesó tierras californianas y penetró de lleno en las postrimerías del norte americano. Por primera vez, la poderosa maquinaria de Hollywood honraba a nada menos que tres realizadores mexicanos. Pero a Alfonso Cuarón no le cogió de improvisto. Cinco años antes ya había optado al ansiado galardón con una cinta rodada y producida en la patria de Cuauhtémoc.
Fue en 2002 cuando recibió el primer gran reconocimiento del epicentro del celuloide. 'Y tu mamá también' se granjeó el elogio casi unánime de la crítica por la frescura y valentía de su planteamiento. La madrileña Maribel Verdú se divertía con una pareja de amigos, unos bisoños Diego Luna y Gael García Bernal, en una suerte de 'road-movie' iniciática que destilaba un erotismo desenfadado y dibujaba trazos de la peculiar realidad mexicana. La Academia nominó la cinta en la categoría de mejor guión original, firmado junto a su hermano Carlos, siempre meritorio para una producción foránea. Quizá fuera una decepción menor caer ante otro hispanohablante. Aquel sería el año de Pedro Almodóvar y su 'Hable con ella'.
'Gravity' puede ser la ocasión perfecta del mexicano para resarcirse. El celebrado drama 'cósmico' protagonizado por George Clooney y Sandra Bullock es el quinto largo que sentará a Cuarón en las butacas aterciopeladas del antiguo Kodak Theatre. Y aunque el jurado le tiene en cuenta desde su debut al otro lado de la frontera -con 'La princesita' (1995) ya luchó por dos estatuillas-, nunca antes atesoró tantas opciones de saborear las mieles del éxito. De las diez categorías en las que compite, tres llevan su rúbrica: mejor película (produce junto a David Heyman), mejor dirección y mejor montaje.
Vanguardia del nuevo cine mexicano
No debe ser casual que Cuarón fuera el primero de los integrantes del triángulo del llamado nuevo cine mexicano en aterrizar en Estados Unidos. Trazó la senda que después recorrerían con sello propio sus apreciados Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu. Y como padrino, nada menos que Sidney Pollack. El director de 'Ausencia de malicia' se vio reflejado en un Cuarón que apenas contaba con treinta años y había firmado una pequeña cinta independiente ('Solo con tu pareja') y varios episodios de 'La hora marcada', emblemática serie de misterio emitida por Televisa desde los últimos ochenta. Pollack había dado sus primeros pasos como realizador de las inquietantes píldoras catódicas de Alfred Hitchcock.
La calurosa acogida de 'La princesita', que reinterpretaba la novela de Frances H. Burnett tras una primera versión modelada a mayor gloria de la recién desaparecida Shirley Temple, le convence para asentarse en Los Ángeles. En su segunda aventura los resultados son más tibios. Aunque la presencia de Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow, en la cima de sus carreras, propiciaron un buen rendimiento en taquilla, la crítica no entendió la adaptación de la dickensiana 'Grandes esperanzas'.
Negado a que el pequeño traspiés frenara la pasión y la ambición que le guió desde que a los doce años sostuviera su primera cámara, emprende el camino de vuelta a México. Allí mueve los hilos necesarios para crear su propia productora, Anhelo, y remata junto a su hermano Carlos el texto de 'Y tu mamá también'. Con esta sociedad impulsa la carrera de su amigo Guillermo del Toro como productor de 'El espinazo del diablo' y 'El laberinto del fauno', ganadora de tres Oscar.
Ciencia-ficción "con alma"
En 2004 y casi por azar, la carrera del azteca recibe el espaldarazo definitivo. Por petición expresa de J. K. Rowling recibe el encargo de dirigir 'Harry Potter y el prisionero de Azkaban'. Y pese a reconocer no haber leído jamás un solo libro de la saga, recibe de nuevo el elogio de la crítica. Dos años más tarde llega 'Hijos de los hombres', su primer acercamiento a la ciencia ficción donde dibuja una incómoda distopía con unas implicaciones que se situaban más cerca de la realidad que de la ficción.
En aquella adaptación libre del texto de P. D. James, Cuarón ya anticipaba su asombrosa habilidad para alternar el despliegue visual con la disección de las emociones. 'Gravity' recrudece el estilo. Aunque se reconoce fanático del género, Cuarón defiende la desnudez del relato. "Olvídense del espacio. Es una mujer a la deriva en el vacío, víctima de su propia inercia", afirmaba durante un estreno. Alejado de planteamientos puramente lúdicos, propone una ciencia-ficción "con alma".
Aquella noche de enero de 2007 de los tres compatriotas, sólo Cuarón volvió a casa con las manos vacías. El libreto de 'Hijos de los hombres' capituló ante el que William Monahan había firmado para el 'Infiltrados' de Martin Scorsese. 'El laberinto del fauno' de Del Toro y 'Babel' de González Iñárritu se alzaron con tres y un galardón respectivamente.
Siete años después, el escenario es bien distinto. ‘Gravity’ llega a la noche soñada como una de las películas del año. El sobrecogedor despliegue visual que desborda la pantalla desde el primer minuto de metraje y envuelve de lirismo un relato a priori sencillo ha triunfado en festivales de medio mundo. Veinte años después de desplegar sus alas entre los gigantes del cine, Cuarón podría tocar el cielo con la historia que siempre quiso rodar.