
No se trata solo de los dos protagonistas, seres marcados por un hecho que desequilibra sus vidas: todos los personajes de 'El lado bueno de las cosas' tienen su punto obsesivo, sus pequeñas manías, sus zozobras a la hora de enfrentarse a la vida, en su conjunto y en su día a día. No es solo que ese chico que acaba de terminar su tratamiento en un psiquiátrico se ponga hecho una furia cada vez que oye 'My Cherie Amour' de Stevie Wonder porque le recuerda a la boda que prometía años de felicidad antes de que, sin poder contenerse, agrediera al amante de su mujer al descubrirlos en la ducha. Es que cada cual tiene sus miedos y sus desequilibrios que superar, viene a decirnos David O. Russell, guionista y director de esta película que, con sus ocho nominaciones al Oscar, puede provocar exceso de expectativas: es una muy disfrutable comedia dramática, o al revés, que se sale de las dos vertientes que parecen imperar en la comedia romántica americana de los últimos años (la rosa insustancial y la guarrilla) aunque no tan redonda como podría esperarse.
La propia película es algo obsesiva: David O. Russell da vueltas sobre parecidas situaciones y conceptos, y si en su faceta de guionista podía haber aplicado un poco el bisturí, en la de director se explaya en movimientos de cámara de acercamiento, rodeo y finalmente alejamiento de los personajes, contagiándose de un cierto tono histérico. Sin embargo 'El lado bueno de las cosas' es muy sólida y perspicaz al plantear situaciones y personajes regocijantes, ambivalentes. No solo los dos protagonistas con su dualidad emocional (el filme ahonda en diversas formas de bipolaridad) y una Jennifer Lawrence crecida en todos los sentidos, presenta una galería de secundarios brillante, de Robert de Niro a Jackie Weaver. Sin chabacanería ni ñoñerías, y con buena selección musical.