![El nacimiento de un mito](/RC/201302/13/Media/DU-AC-000125--647x300.jpg)
Un 'western' al margen, geográfica y sentimentalmente inclinado hacia el sudeste (italiano), político, bravucón y macarra, quintaesencia del cine de síntesis obrado por un autor que ha sofisticado hasta el extremo las marcas irregulares del exploitation. Suena la música de Luis Bacalov, y Tarantino exclama ¡Sergio Corbucci! en letras mayúsculas, subrayando su nombre con un zoom violento en el que carga de dinamita la cámara.
En 'Django desencadenado', reinvención desestructurada del clásico de Corbucci, Tarantino ataca el nacimiento de un mito desde unas coordenadas en las que coinciden Sigfrido y Beatrix Kiddo, dos diablos vengadores que se hibridan para dar forma a un personaje sometido -como toda la película- a un profundo examen de identidad. En el fondo, y Tarantino lo explicita en la escena más cómica del metraje, 'Django desencadenado' es una querella contra la obra más admirada y polémica, de D.W. Griffith: 'El nacimiento de una nación', una apología de racismo que ya fue objeto de una revisión cómica por parte de Mel Brooks ('Blazing Saddles'). Sin embargo, el director de 'Kill Bill' no se detiene en lo cómico, sino que dibuja su particular corte de mangas a John Ford y Griffith a través de un montaje que obvia los clásicos para situar su horizonte de referencia en las filmografías de Corbucci ('El gran silencio') y Sergio Leone ('¡Agáchate, maldito!').
Obviamente, en su último trabajo Tarantino no desdeña el gusto por la autocita, una seña de identidad que alcanza su momento de gloria cuando Jules ('Pulp Fiction') se apodera del cuerpo de un Samuel L. Jackson que interpreta una versión encabronada del tío Tom, de H.B. Stowe. La digresión tarantiniana bascula entre los diálogos y una puesta en escena que culmina en una autoinmolación que viene precedida de un exagerado travelling circular. Es un gesto radical que rebosa significado: ahora 'Django' existe por sí mismo, y vive libre sin la tiranía de su creador.