El lastre de la esclavitud se ha convertido en un tema central en los Oscar 2013, al resultar nominadas en la categoría de mejor película dos cintas que se acercan de formas radicalmente opuestas al pecado original de la nación estadounidense: la ultraviolenta y vibrante fantasía de venganza de 'Django Desencadenado', de Quentin Tarantino, que parte con 5 nominaciones, y la historicista y contenida visión de 'Lincoln', de Steven Spielberg, que encabeza la lista de títulos que acumulan más nominaciones, con 12. Ambas, de forma más o menos heterodoxa, parecen servir de preámbulo a la celebración en 2014 de los 150 años de la aprobación de la Enmienda 13 a la Constitución estadounidense, aquella que abolió la esclavitud en plena guerra civil estadounidense, si bien no la discriminación.
En este sentido, el film de Spielberg es la película canónica a este respecto: aquella que fija su atención precisamente en las bambalinas de la tramitación de la Enmienda, que el presidente Abraham Lincoln logró aprobar en el congreso en los cuatro meses previos a su asesinato y con la Guerra Civil cumpliendo su cuarto año de carnicería fraticida. Spielberg muestra las tensiones y presiones políticas que precedieron la votación, dibuja la personalidad de un Lincoln forjado en su dominio de la palabra y el relato, y pinta a un congreso violento y retrogrado. Todo ello a través de una mirada contenida y alejada del sentimentalismo y la sobrecarga emocional con que suele proveer a sus películas, 'Lincoln' viene a cerrar una suerte trilogía de Spielberg en torno la esclavitud, junto a 'El color púrpura' y 'Amistad'.
Sin embargo, ‘Lincoln’ ha recibido críticas por parte de historiadores que le achacan inexactitudes o imperdonables vacíos, como el de no haber mostrado en el film a ningún abolicionista negro y, por tanto, prescindir del necesario contexto social en el que la reforma se forjó. Sirva como ejemplo la absoluta ausencia de un personaje clave en el proceso como Frederick Douglass, ex esclavo, orador, escritor y uno de los activistas centrales del movimiento abolicionista y en pos del sufragio universal. De tal manera, los críticos denuncian que la película comete la imperdonable discriminación de sugerir que la prohibición de la esclavitud fue cosa exclusivamente de blancos.
Con todo, y sus 12 nominaciones, Lincoln ha ido perdiendo fuelle de cara a los Oscar. Los premios previos, como los Globos de Oro y los Bafta británicos, han ido deshinchando la fuerza de Lincoln en los Oscar en beneficio de 'Argo', de Ben Affleck.
Tarantino
Menos posibilidades de agarrar una buena tajada de estatuillas tiene la visión políticamente incorrecta que arroja Tarantino sobre la esclavitud. El Oscar más probable quizás sea el de mejor guión original, que ya ha recibido por 'Django Desencadenado' en los Bafta y los Globos de Oro. Como ya hizo en 'Malditos bastardos' con el nazismo, Tarantino revienta un capítulo histórico vergonzoso desde la iconoclastia, la ultraviolencia y la cita cinéfila, realizando un homenaje directo a los films del Blaxplotation americano de los setenta y a spaguetti westerns clásicos como 'Django' (Sergio Corbucci, 1966), al que alude directamente.
La visión de Tarantino es revolucionaria: un esclavo (Django, Jame Foxx) formará un tándem violento y justiciero con el doctor King Schultz (Christoph Waltz), un médico alemán reconvertido en cazarrecompensas, con quien emprenderá una caza de negreros, cuya último objetivo es la venganza y posterior rescate de la mujer de Django de las garras del cruel esclavista Calvin Candle (Leonardo Di Caprio). El revisionismo irónico y justiciero de Tarantino contrasta con mucho con la voluntad historicista, seria y rigurosa de Spielberg. Más allá del color y las formas cinematográficas opuestas que presentan ambos films, 'Django' y 'Lincoln' dejan en evidencia que sus directores tienen percepciones opuestas de la Historia y su reescritura, que oscilan de la ortodoxia de Spielberg a la heterodoxia de Tarantino.
La película de Tarantino ha recibido también sus contestaciones encendidas: Spike Lee acusó a Tarantino de frivolizar siglo y medio de lucha en pos de los derechos civiles de la población negra estadounidense, quizás sin entender que el rigor histórico no ha sido nunca la baza de la narrativa tarantiniana, sino más bien la ironía.
Ambas películas demuestran una vez más que la mancha de la esclavitud sigue sin estar superada 150 años después de su abolición. Algo en lo que redundará este 2013 Steve McQueen, cuya valentía cinematográfica, cada vez más mediática gracias a 'Hunger', se inmiscuye en el mismo tema con la adaptación del clásico de la literatura de esclavos 'Twelve years a Slave', que protagoniza una vez más su compañero de batallas Michael Fassbender. Veremos qué tienen que decir los Oscar de esta alargada sombra.