Michelle Williams, en 'Mi semana con Marilyn'. /Foto y vídeo: Archivo
Nada hacía presagiar, salvo el color de su pelo, que una actriz como Michelle Williams, que empezó su carrera junto a la perrita Lassie, aceptara el impresionante desafío de interpretar en la pantalla a Marilyn Monroe, la más grande estrella que ha dado nunca el cine, capaz de carbonizar los telones de los cines del mundo y alguien de quien varias generaciones (e infinitas más que lo seguirán haciendo) se han enzarzado en la discusión de si era o no una intérprete excepcional. Y Michelle Williams consigue meterse en esa sublime carcasa, además en su época más esplendorosa, depresiva y abatida, y no sólo salir viva y triunfante del asunto, sino con el elogio global (o un Globo de Oro, al menos) y con una candidatura al Oscar de interpretación que se lo tendrá que arrancar a Meryl Streep como si el Oscar fuera una muela y Michelle Williams el dentista.
Probablemente, Michelle Williams empezó a entender y a interiorizar el personaje de Marilyn Monroe durante su melotrágica relación con Heath Ledger, a quien conoció durante el rodaje de 'Brokeback Mountain' y con quien tuvo una hija, Matilda, y una vida en común llena de ese virus letal hollywoodiense que no se cura con un jarabe ni se manifiesta con un estornudo. Vivió con aquello y ahora, en cierto modo, lo expresa en esta película titulada 'Mi semana con Marilyn'.
La película la ha dirigido Simon Curtis y parece que cuenta la nostálgica relación entre un joven ayudante de dirección y la estrella Marilyn Monroe durante el rodaje en Londres de 'El príncipe y la corista'; aunque lo que en realidad cuenta esta película es la contraportada de la estrella, su calidad como persona, sus miedos, manías, oscuridades y dificultades para desarrollar una actividad lejanamente normal... Del mismo modo que Michelle Williams se convierte en Marilyn Monroe, la película de Simon Curtis se convierte en el rodaje de Laurence Olivier, donde ambas (Wlliams y Monroe) interpretan a la 'coconout girl' Elsie Marina, a la que ve el príncipe Carlos y se le tensan las cuerdas... Curtis y Michelle Williams consiguen explicar lo que sintió el director y actor Laurence Olivier ante el tsunami Monroe, que es lo mismo que sintió y explicó muchas veces Billy Wilder, desesperado, deslumbrado y abrumado tras el rodaje (reincidente) de 'Con faldas y a loco'... Decía Wilder: 'Dios se lo dio todo... Hay que esperarla durante horas, aunque no perdíamos el tiempo en el plató; yo me leí 'Guerra y Paz'; hay que repetir la escena muchas veces..., pero..., de repente reluce. Tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató todos los días a las seis en punto y que sería capaz de recitar los diálogos al derecho y al revés, pero ¿quién querría verla?'.
Pues, he aquí el impagable trabajo de Michelle Williams, que consigue que resplandezca Marilyn en (casi) toda su carnalidad y divinidad, y probablemente llegaba a su hora al rodaje y se sabía los diálogos.
