Escena de 'Caballo de batalla'. /Archivo
Ficha:
Reino Unido. 2011. 146 m. (12). Drama.
Director: Steven Spielberg.
Intérpretes: Jeremy Irvine, David Thewlis, Emily Watson, Toby Kebbell, David Kross, Peter Mullans.
Se estima que en la I Guerra Mundial murieron 9,7 millones de soldados y 6,7 millones de civiles. Fue la última contienda en la que hubo cargas de caballería. Ya en 1917, la artillería automática y la lucha en las trincheras había relegado los caballos a bestias de carga en terrenos intransitables. Reivindicar a los ocho millones de equinos que perecieron en esos cuatro años sonaría obsceno ante tal sangría de vidas humanas. "La guerra para acabar con todas las guerras" se llamó así porque parecía imposible que se repitiera una masacre de tal calibre.
Steven Spielberg sabe que un caballo en el frente de batalla, en tierra de nadie, constituye una poderosa y perfecta alegoría. 'Caballo de batalla' cuenta la historia de amistad entre un chico y su animal en mitad de la primera guerra de la historia que discurrió en tres continentes. El mismo año en que el director de 'Las aventuras de Tintín' ha experimentado con el lenguaje cinematográfico del futuro -la imagen de síntesis y el 3D-, nos regala un peliculón que deslumbra por su consciente clasicismo. John Ford y su idolatrado David Lean respiran tras las imágenes de un sobrecogedor y a la vez tierno espectáculo ajeno a modas y al cinismo del espectador actual.
Las seis nominaciones al Oscar de 'Caballo de batalla' -entre ellas mejor película, música (John Williams) y fotografía (Janusz Kaminski)- certifican el empaque de una épica aventura que llegará a los cines españoles el 10 de febrero. Un reparto de actores ingleses, franceses y alemanes no logra hacer sombra al auténtico protagonista, un fogoso potro de caza que crecerá en las campiñas de Devon hasta que es vendido al Ejército británico y parte hacia el frente montado por un gallardo oficial. Como en 'Winchester 73', los personajes del relato cambian según va pasando de mano en mano.
Así, Joey arrastra ambulancias con alemanes heridos, empuja cañones por colinas embarradas y despierta la imaginación de una chiquilla francesa. Su legítimo dueño (el debutante Jeremy Irvine) también acabará de uniforme entre ratas, metralla y gas mostaza. 'Caballo de batalla' es una auténtica alegoría del valor, de hacer cosas no sólo para ti, sino para los que amas", resume Spielberg. "Albert y Joey creen firmemente el uno en el otro. Todo empezó cuando intentaban arar juntos los campos estériles y pedregosos de Devon. Eso crea una empatía tan especial entre el caballo y el niño que cuando llega la guerra que les separa, creo que el público comprende que en algún momento se producirá una cita con el destino".
Sin buenos ni malos
El director de 'Tiburón' no revienta ningún final. En 'Caballo de batalla' no hay buenos ni malos. Todos los bandos encuentran paz y consuelo en el animal. "Los caballos no entienden de política, su máxima preocupación es cuidar lo que cargan. Y eso dota a la historia de humanidad en medio de la guerra". Sólo un maestro es capaz de poner los pelos de punta en una escena donde un chico intenta arar un campo, ayudado, eso sí, por algunos de los mejores actores ingleses de todos los tiempos: Peter Mullan, Emily Watson y David Thewlis. La muerte de dos desertores encuadrada virtuosamente a través de las aspas de un molino, un ataque campo a través con ecos de 'Salvar al soldado Ryan' y la alucinada estampida del caballo en una trinchera se cuentan entre algunas de las escenas más memorables de toda la filmografía de Spielberg. Violencia sin una gota de sangre, eso sí, por algo produce Disney.
Más de un centenar de ejemplares andaluces se emplearon en las secuencias de cargas de caballería (catorce animales diferentes interpretan a Joey, de potrillo a adulto). Basada en una novela llevada posteriormente al teatro, 'Caballo de batalla' se rodó en Inglaterra en un ímprobo esfuerzo de producción que obligó a recrear tanques, vehículos y armamento de 1914 a partir de las escasísimas piezas que permanecen en manos de coleccionistas. El director de fotografía, Janusz Kaminski, reconoce haberse inspirado en las composiciones visuales de las películas de John Ford: "Los personajes tenían que formar parte de la tierra pero al mismo tiempo darle forma, como hacen los seres humanos".