11.05.13 -
El hombre que ayer llenó de dolor Rafelbunyol para nada fue definido como una mala persona. Natural de la Pobla de Farnals, viudo y padre de cuatro hijos, había trabajado toda la vida como albañil de pisos. Ahora vivía solo en la calle Calvario, justo enfrente del Bar Guardaulla. Combinaba su afición por la caza con horas de chanzas y tragos en la cafetería, paseos por el pueblo o almuerzos con su amigo Luis en la misma terraza donde ayer corrió la sangre.
Todos sabían que tenía una escopeta «pues su afición de toda la vida era disparar a los tordos». Como jamás había protagonizado ningún incidente y sus amenazas no eran tomadas en serio, sus arrebatos en la barra jamás derivaron en denuncia. Al no haber cometido ningún delito, la escopeta con la que ayer causó dos muertes permanecía a su lado.
Una de las personas que se acercaron al escenario del crimen fue Rafael Marín, primo segundo de Alberto. «Ante todo era un hombre alegre y bromista. Siempre estaba haciendo chistes y es de esas personas que te dicen una barbaridad pero sabes que no va en serio».
Alberto se crió entre nueve hermanos y «con 13 años ya estaba trabajando, siempre en la construcción y algunas veces fuera de Valencia». Según Marín, Alberto estaba muy enamorado de su mujer, que falleció de cáncer hace una década. «Eso le cambió mucho el carácter y empezó a beber más. A veces le decía que buscara una novia, que fuera a la discoteca, y él me decía que ya no quería otra».
El jubilado acostumbraba a madrugar y en una mañana cualquiera podía llegar a tomar «un carajillo, un 'barrejat', un vino con gaseosa con el almuerzo y, a lo mejor, si se terciaba, otro carajillete después», recuerda el familiar. Después de pasar la mañana con sus amigos en el bar acostumbraba a retirarse a casa y ya pocas veces salía. «Se quedaba a ver la tele o se tumbaba un rato en el balcón a ver la gente en la calle. Era un hombre de costumbres sencillas».
