«Lo que pasa ahora no lo entendemos». Al igual que la asociación de comerciantes del centro histórico, nadie en la ciudad tiene muy claro el motivo del repentino repunte del vandalismo en las calles de Valencia, con una oleada de coches y contenedores quemados, además de destrozos en el puente de las Flores y escaparates estropeados con ácido para dañar el cristal.
En esta desagradable competición por comprobar qué servicio de la ciudad resulta más perjudicado, se llevan la palma los servicios de limpieza y recogida de basura, seguidos a muy corta distancia por las empresas encargadas del mantenimiento de los jardines. En el ámbito metropolitano, los sufridores son los empleados de Ferrocarrils.
En total, tres millones de euros si se suman todos los destrozos de dichos ejemplos en 2012, aunque la ciudad es mucho más que una fría cifra económica. Los daños en los monumentos y esculturas sumaron en el mismo periodo sólo 88.000 euros, aunque la mala imagen para el turismo resulta evidente. Sin ir más lejos, en el basamento y pedestal al pintor Joaquín Sorolla se limpiaron varias pintadas.
El pintor de la luz está muy maltratado en la plaza de la Armada Española, donde se sitúa el monumento que le rinde homenaje. En el terreno de las cifras, el pasado año resultaron destrozados por actos de vandalismo 324 contenedores, una cifra ligeramente inferior a la del año anterior, donde se registraron 348 casos.
Todavía estamos lejos de lo que sucedió en 2009, cuando ardieron 419 depósitos de recogida de residuos. Aún así, el arranque del año ha sido tan alarmante que el concejal de Seguridad Ciudadana, Miquel Domínguez, se vio obligado a pedir este jueves la colaboración ciudadana para atrapar a los pirómanos. La Policía Local, en coordinación con la Nacional, ha realizado estos días varias detenciones.
Otra de las piezas del mobiliario urbano preferidas por los actos de vandalismo son las papeleras. El pasado año fueron 124 unidades las que tuvieron que ser respuestas por las tres contratas municipales. Al igual que los contenedores, el ritmo descendente se ha visto truncado por lo ocurrido este mes. En 2011 fueron 181 las destrozadas, mientras que el año anterior ascendieron a 258 casos.
Fuentes de la concejalía del Ciclo Integral del Agua indicaron que cada contenedor tiene un coste de 1.200 euros, mientras que la papelera sale por 53 euros. A esto hay que añadir la amortización de los destruidos. La concejala María Àngels Ramón-Llin destacó que estos actos de gamberrismo «suponen una carga de trabajo importante para los servicios municipales». El coste económico ascendió a un millón de euros el pasado año.
En los parques, los daños ascienden a 900.000 euros, según subrayó la concejala de Jardines, Lourdes Bernal. El vandalismo ha logrado un equilibrio casi perfecto entre la zona norte y la zona sur de la ciudad, que se reparten de manera equitativa los costes de las reparaciones por esta causa.
Daños a las plantas y praderas de césped, así como la invasión indebida de los perros, se suman a la partida de gasto más elevado, la que corresponde a los juegos infantiles con 425.000 euros en un año. Bernal indicó que otra partida importante se debe a la rotura de los sistemas de riego, junto a las conducciones de los programadores y los pavimentos cerámicos, que acaban muchas veces machacados.
Si hubiera que hacer un mapa de daños en los jardines, los distritos más afectados son el Marítimo, Benimaclet, Patraix, Jesús y Quatre Carreres. La delegada dijo sobre este balance que si es «incomprensible para cualquier sociedad moderna, se vuelven inaceptables en estos momentos de dificultades».
En la asociación de comerciantes del centro no recuerdan un mes tan complicado como el actual para el mantenimiento de los escaparates de las tiendas. «En 2004 sufrimos también una oleada, aunque era con una firma que hacían con ácido». Ahora, se trata en cambio de simples manchas, gamberrismo en estado puro.
Las zonas afectadas son las habituales. La calle de la Paz y la calle Poeta Querol son buenos ejemplos de lo que puede ocurrir en la Milla de Oro además de vender bolsos de lujo. De vez en cuando, los empleados de estas tiendas descubren cómo han estropeado las lunas de los escaparates con ácido.
«Cada cambio de escaparate puede costar hasta 4.000 euros. Se trata de un grosor especial y es de muy difícil reparación». Esa es una de las razones de que hayan pedido al ayuntamiento que impulse la colocación de cámaras de vigilancia en algunas de las calles principales. El escollo es, como no podía ser de otra manera estos tiempos, la financiación, aunque las mismas fuentes consideraron que también se ofrece «seguridad a los viandantes, por lo que la administración debería participar».
En cuanto a Ferrocarrils, el repintado de los vagones de los trenes y las estaciones salió el pasado año por 960.000 euros, según indicaron fuentes de la empresa. Las medidas puestas en marcha por Metrovalencia han conseguido disminuir un 19% los grafitis en trenes, debido al incremento de la vigilancia con personal de seguridad y colocación de cámaras en los talleres y las estaciones.
Las últimas sentencias, precisaron las mismas fuentes, penalizan con más de 3.000 euros estas actividades vandálicas. La empresa pública de transporte trabaja en los últimos años en un plan que incluye actuaciones relacionadas con medidas de vigilancia y prevención de estas acciones en trenes e instalaciones, con una «intensificación de las acciones legales contra los protagonistas de esto actos vandálicos que ya dan sus primeros resultados», indicaron.