A diferencia de Estambul y Madrid, Tokio puede presumir de tener una excelente reputación en términos de lucha contra el dopaje, una baza que la candidatura japonesa juega en la recta final de la carrera por organizar los Juegos Olímpicos de 2020. Mientras que la ‘operación Puerto’ ha avergonzado al deporte español desde 2006 y los atletas turcos ‘caen’ por decenas en los últimos tiempos, ningún japonés ha dado positivo en un control antidopaje desde que lo hiciera el velocista Yoshitaka Ito en los Juegos de Atlanta’96.
Según la Agencia Antidopaje Japonesa (JADA), solo se han descubierto 40 casos desde 2007, pero subraya que todos se produjeron por el consumo de algún medicamento que contenía sustancias prohibidas. «Japón es líder mundial de la lucha antidopaje y estamos orgullosos de tener los estándares más exigentes del mundo. En 2020 ofreceremos al mundo un modelo de deporte limpio», señaló el vicepresidente del Comité Olímpico Japonés, Masato Mizuno. «Japón es uno de los países más fuertes en materia de dopaje», señala el canadiense Dick Pound, expresidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y miembro del Comité Olímpico Internacional (COI). «El país con pequeños problemas era España», apunta.
Mientras algunos miembros del COI pueden ser reacios a otorgar unos Juegos a un país que no ha destacado en la lucha contra el dopaje, Pound considera que este argumento no puede ser decisivo en la votación definitiva que tendrá lugar el 7 de septiembre en Buenos Aires. Richard Budgett, director médico del Comité Olímpico Internacional (COI), también considera que hay «otros factores más importantes».
Durante la disputa de los Juegos, el COI es el responsable de los controles pero antes se tiene que asegurar de que el país que organiza la cita olímpica cuenta con la infraestructura necesaria para llevarlos a cabo. El doctor británico, uno de los pilares del programa antidopaje de los Juegos de Londres 2012, considera «una ambición fantástica» la promesa de Japón de organizar unos Juegos limpios. «Japón, con su larga historia en la lucha contra el dopaje y su gran laboratorio, muy activo, sería un buen lugar (para reforzar el mensaje antidopaje)», señaló Budgett. «El archipiélago japonés parece estar lejos de las transfusiones sanguíneas. Las estadísticas muestran que el dopaje es muy bajo en Japón y eso se debe a la estructura social y a las características del deporte», explicó el médico. En este sentido, Atsuko Okamoto, investigador de la Universidad Waseda de Tokio, considera que los deportistas «transmiten una imagen positiva con valores como la salud, el esfuerzo, la deportividad y la figura del héroe, mientras que la droga está asociada al mal, al diablo, al daño».
Más allá del dopaje deportivo, Japón tiene una legislación muy severa en lo que a drogas se refiere. Una embajada extranjera explica las penas para las personas detenidas en posesión de sustancias prohibidas: cuatro años de cárcel por 400 gramos de cannabis, siete años por 14,2 kilos de resina de cannabis y tres meses y expulsión del territorio por seis gramos del mismo estupefaciente. Otra embajada recuerda a sus ciudadanos que no pueden aterrizar en Japón con ningún medicamento a menos que lo hagan con la receta y una carta del médico explicando la necesidad de utilización de los productos. A pesar de la importancia creciente de la lucha contra el dopaje, la concesión de los Juegos de 2008 a Pekín y la de los Juegos de Invierno de 2014 a Sochi muestran que este aspecto no tiene porque ser definitivo en la decisión final.