
Luis Milla, seleccionador sub23, después del empate ante Marruecos. / Efe
Vamos a hablar claro. Ya no valen justificaciones de que España creó veinticuatro ocasiones de gol frente a Honduras y el balón no quiso entrar. La pelota no les tiene manía a los españoles. La historia de esta impotencia se repitió en Manchester contra Marruecos. Media docena de oportunidades para marcar, otros tres remates a la madera y ni un gol en tres partidos. La favorita se marcha de los Juegos con un empate, dos derrotas, dos tantos en contra y ninguno a favor. Es una decepción que ya no se puede endulzar con la mención de las veintinueve opciones de marcar falladas a lo largo de los tres encuentros. Lo dijo Milla: «Si no haces un gol mereces ganar» . Y no es el seleccionador el máximo culpable, aunque se arrogue la responsabilidad. El entrenador da la cara ante una mala planificación de la que no debe ser el acusado. Los técnicos han estudiado lo sucedido y han encontrado el fallo: «Nos faltó una semana de preparación física». El calendario no se la concedía, porque habría jugadores con trece días de vacaciones. El resultado es esta eliminación.
Impotencia suprema
Esa carencia de velocidad en sus futbolistas ha sido fundamental para que desaprovecharan veintinueve ocasiones de gol en tres partidos. Han estado lentos. Han llegado tarde al balón.
Todo ha salido mal. Los jugadores quisieron y no pudieron . Anhelaban silenciar críticas y no lo han conseguido. Y eso que el seleccionador puso toda la carne en juego.
Se aconsejó a Luis Milla que no alineara a Muniaín, el mejor jugador español en el partido frente a Honduras, por los malos demostrados cuando los centroamericanos hicieron teatro de Shakespeare en el suelo. No hizo caso a las llamadas. Salió con todo su arsenal. Iker y los tres ganadores de la Eurocopa: Mata, Jordi Alba y Javi Martínez. España estaba eliminada y jugó como si le fuera el oro en el encuentro. Su orgullo se encontraba herido. Y su confianza, también.
Los españoles dominaron el encuentro y los marroquís, que optaban a clasificarse si vencían, buscaron el éxito al contragolpe. Ninguno acertó en nada. Los españoles volvieron a marear la perdiz en forma de balón, para acusar una falta de agresividad ofensiva que ha definido su participación en los Juegos y su definitiva eliminación.
Adrián estrelló dos disparos en la madera y erró un tercer gol, delante del portero, al rematar flojo porque se creía en fuera de juego. Mata desperdició otras dos oportunidades. Era el colofón a una participación lastimosa. No se preparó bien.