El pasado jueves, se organizó en la sala Damajuana un homenaje póstumo con motivo del segundo aniversario de su muerte a nuestro inolvidable músico, cantante y guitarrista del grupo jerezano Los Delinqüentes, Miguel Ángel Benítez.
El acto se puede considerar de extraordinario, no sólo por la emotividad del mismo, sino por la actuación de artistas como Tomasito, que conjuntamente con los «garrapateros», nos llevaron al olimpo de los dioses.
No, no puede existir la palabra exacta. No puede existir nada que exprese los momentos vividos en este homenaje.
Tengo el convencimiento de que nuestro léxico carece de esa frase onomatopéyica capaz de resistir tantos sentimientos inmersos en nuestros corazones en recuerdo de nuestro siempre recordado garrapatero.
Se nos fue Miguel Ángel como un rayo en la flor de su vida. Su irreparable pérdida la recibimos como un mazazo de muerte del que todavía no hemos podido reaccionar. Se nos fue un pedazo de músico con un extraordinario futuro plagado de éxitos.
Una vez más, se frustró la esperanza en el infortunio de la muerte. Hoy, embargado en sentires de dolor e impotencia, allá donde te encuentres puedes tener el convencimiento de que la semblanza que te envío desde estas líneas junto a mis hijos desde la barriada de la Constancia, es compartido por todos cuantos te admirábamos, te conocimos. Y también por aquellos que gozaban del privilegio de haberte tenido como amigo.
¿Veintiún años tenía...! Mirada limpia y corazón sin mácula. Aún en sus labios con sabor a cuna, el beso y el adiós del mañana. Veintiún alegres deseos. Veintiún risas claras.Veintiún versos para siempre inéditos, en ingenuo idilio de esperanza.
¿Por qué se quebró el hilo de su cometa blanca? ¿Quién segó el resplandor de su alma? ¿Veintiún años tenía...!
Y todavía su voz se oye en el enorme eco de la distancia, adquiriendo una profética celeridad de cosas impensadas. ¿Abre ya la puerta, madre!
Para que mi voz llegue radiante y clara, a ese fondo sin fondo de las metas que nunca se alcanzan.
Veintiún años.... Y en ellos una risa sana. Veintiún altos sin sueño que destruyó impiadosa la esperanza. ¿Por qué se ha quebrado el hilo de su cometa blan ca? ¿Quién podía herir la tierna luz de su mirada?
Hoy estamos huérfanos de tu presencia. Nos has dejado tu inmortalidad y tus recuerdos preñados de soledades, de amargos destinos, de luces opacas, de soles sin brillo y sin vientos... ¿A ti Miguel Ángel! Que combatiste con ardor las cruces de tu tiempo, hoy descansa sobre almohadas de lunas blancas en la oscura no vida y sus silencios.
No te asustes golondrina. Aún hay sol en la montaña, mientras no llegue el invierno, vive lleno la calma. / Como cristal transparente, va desplegando tus alas, impedidas por los vientos con olores de albahaca, bebiéndote con la vista los tomillos y retamas. / Hoy todo está de luto, de silencios que se abrazan, porque ya no hay golondrinas que vuelen enamoradas. Los sentires de tu ausencia nos laceran nuestras almas, y tus recuerdos nos ponen un nudo en la garganta.
Los que te quisieron y admiraron siempre tendremos un terrible vacío y una soledad profunda en nuestro corazón. ¿Hasta siempre, garrapatero!.
Francisco Flores e hijos. Jerez