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Sábado, 8 de julio de 2006
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AL AIRE LIBRE
San Fermín
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Por cuánto tiempo las fiestas de Pamplona podrán ser llamadas fiestas navarras y no estar incorporadas a las ensoñaciones culturales de una Vasconia inexistente? El chupinazo de la celebración ha estado este año muy multiculturalmente correcto. Javier Eskubi, concejal y dirigente de Aralar se negó a decir Viva San Fermín aduciendo su condición de agnóstico, y en cambio lanzó un grito semicamuflado de laicismo: vivan las fiestas de San Fermín (como ven, el síndrome Zapatero en la utilización del lenguaje está ya causando estragos) En cambio la alcaldesa Yolanda Barcina, sin previo acuerdo y micrófono en mano si lanzó los gritos de rigor, con el viva y con el gora. A este tradicional chupinazo ha seguido otro, a modo de recordatorio de por donde van a ir los tiros (perdón, que estamos en proceso de paz) El dirigente de Batasuna-Eta Patxi Urrutia ha comparecido con otros dirigentes de la Mesa Nacional y de Iruña Berria (plataforma de Pamplona ilegalizada por el Supremo) para recordar que Navarra es un objetivo irrenunciable en las negociaciones con el Gobierno. Según Urrutia, al que hay que agradecerle su claridad, «quien crea que es posible un proceso de resolución (léase autodeterminación) que no modifique el status de Navarra (léase igualmente, su incorporación a la nueva y flamante patria vasca) está soñando despierto». Por si no se entiende: el mantenimiento de la actual situación (Navarra autónoma) es impensable. Como resulta que, según Urrutia, el que Navarra no esté incorporada a la autonomía vasca es fruto de la imposición (como ven, aquí ya el delirio es total) ellos van a seguir dando nuevos pasos para cambiar Navarra (se pueden imaginar cómo). Es por eso que se necesitan «agentes comprometidos con el cambio» (pregunto: ¿qué tipo de agentes? ¿Comisarios políticos, agitadores, agentes del terror blando, manipuladores ?)

¿Qué fundamento histórico subyace tras esta cosmovisión de una Navarra vasca? Apuntemos algunos datos. Los historiadores más solventes coinciden en que es obligado establecer en las sierras de Urbasa, Andía y Aralar la frontera perdurable que ha separado dos comunidades históricas dispares: la Euzkadi de hoy de la Navarra milenaria. Los navarros o eran íberos puros o hermanos de estos o estaban profundamente iberizados. En la época de los reyes godos ya puede hablarse de dos comunidades históricas diferentes. Ya en época tardorromana Navarra dependía del convento jurídico de Zaragoza y las tres provincias vascas de Clunia, Hoy Coruña del Conde. El Reino de Navarra se fue asentando hasta alcanzar su máximo esplendor con Sancho III el Mayor (1004-1035). Por lo que se refiere al territorio vascongado, limitaba al este con Navarra y al oeste con la marca oriental del Reino de Asturias. En 1029 Álava y Castilla, entonces unidas, se unieron a Navarra, como lo hicieron, de forma independiente, Guipúzcoa y Vizcaya. Esta confluencia histórica ha hecho que la figura de Sancho III el Mayor pueda haber sido vista como una especie de lehedakari medieval. Pero nada más lejos de la realidad: su intención era, en realidad, recuperar Hispania bajo su dominio, y de hecho se hizo enterrar con el título de Rex Hispaniorum. Desde el siglo XII las Vascongadas vivieron la historia de Castilla, tras vivir menos de dos siglos unidas a Navarra con distintos avatares. Pero el detalle no es para pasarlo por alto: en estos avatares son los territorios vascos los que se unieron o fueron incorporados a Navarra, y no al revés. Pero de todo esto hace ya nueve siglos. Aunque el romanticismo violento de los nuevos fundadores de patrias parece que no conoce límites.



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