Los ciudadanos de a pie casi se habían olvidado de ella. Los expertos, en cambio, la esperaban. Y más temprano que tarde. Eso sí, en otra estación -en otoño o en primavera, cuando se produce el mayor tránsito de aves por el país- y no en un somormujo, sino más bien en cisnes o patos. España se unió ayer a la larga lista de países europeos en donde se han localizado casos de animales fallecidos a causa de la gripe aviar.

El propio Ministerio de Sanidad confirmó a primera hora de la tarde que un ave acuática silvestre y sin anillar encontrada muerta hace ocho días en el humedal de Salburua, un parque de ocio de Vitoria, estaba contaminada con el virus H5N1, la cepa más letal.

Todas las instituciones se apresuraron a transmitir mensajes de tranquilidad a la población: la situación estaba bajo control. «No hay ningún motivo para la alarma. Estamos ante un caso veterinario y, por tanto, no tiene incidencia ni en las personas, ni en el consumo de aves o productos derivados. El riesgo para la salud humana es prácticamente nulo», recalcaron. Lo hicieron cuando el rumor de que la gripe aviar ya estaba en la Península se propagaba a toda velocidad, y cuando el plan europeo de actuación para este tipo de situaciones llevaba tres días operativo.

La luz roja en los despachos de las autoridades se encendió hace una semana. El pasado día 30 de junio, un hombre que caminaba por Salburua -un espacio natural muy transitado por senderistas y ciclistas-, encontró un somormujo lavanco muerto. Aunque se aconseja no tocar los cadáveres de aves, lo envolvió en un plástico y lo llevó a la Granja Modelo de Arkaute, donde se ubica un laboratorio de Neiker, empresa que trabaja para el Gobierno vasco.

Al día siguiente, el Ejecutivo autónomo tenía sobre la mesa la inquietante noticia. Los análisis eran positivos.

El ave, muy similar en apariencia a un pato, estaba infectada con el mortífero H5N1.

La comisión interinstitucional de seguimiento de la gripe aviar del País Vasco decidió solicitar una segunda prueba, ésta vez a un centro de investigación de Reus. El resultado lo conocieron el miércoles y confirmaba el anterior. Ese mismo día, las instituciones vascas acordaron apretar el botón del plan de acción contra la Influenza Aviar y, a la vez, enviar una tercera muestra al Laboratorio Nacional de Referencia, en la localidad madrileña de Algete. Querían una respuesta definitiva. Y la tuvieron.

Llamada de Moncloa

Pasadas las dos de la tarde de ayer, la vicepresidenta primera del Gobierno central, María Teresa Fernández de la Vega, comunicaba por teléfono al consejero vasco de Agricultura, Gonzalo Sáenz de Samaniego, que el virus hallado en el somormujo lavanco -una especie, en teoría, más resistente que otras a esta enfermedad- era de «alta patogenicidad». Dicho de otro modo, extremadamente contagioso, el H5N1. Fernández de la Vega hacía así oficial la inclusión de España en el negro mapa de países tocados por la temida enfermedad. Dos horas antes, y sin conocer aún la virulencia de la cepa, Sáenz de Samaniego y su homólogo en la Diputación de Álava, Eloy López de Foronda, se veían obligados a confirmar a los medios de comunicación algo que ya era vox populi.

«La seguridad de los ciudadanos y de las propiedades avícolas está plenamente garantizada», enfatizaron tras asegurar que Euskadi es una de las comunidades autónomas donde más controles se están realizando. «711 hasta ahora en aves silvestres -muy por encima de las recomendaciones europeas- y en el cien por cien de las explotaciones avícolas», ilustró el consejero.

La peligrosidad de la cepa localizada en el somormujo -del que se ignora si emigró desde África a Vitoria o si habitaba de forma habitual en las balsas de Salburua, donde están censadas otras 22 aves de su especie- obligará a mantener treinta días el protocolo de prevención activado para este caso. Desde el pasado miércoles, las autoridades sanitarias mantienen controlada una zona que llaman «de protección», que ocupa un radio de tres kilómetros y cuyo epicentro es el humedal. Este círculo engloba, además de la capital alavesa, ocho pequeños pueblos en los que están censadas un total de once explotaciones de aves. Eso sí, todas familiares. Las 165 gallinas que suman no se comercializan. Su destino es el autoconsumo.

Tránsito restringido

Pese a todo, las instituciones han decretado el confinamiento en corrales cerrados de estas aves y han prohibido su traslado, así como el de huevos para incubar y carne fresca procedente de esas granjas. Asimismo, los Miñones y la Ertzaintza vigilan las carreteras alavesas al objeto de desviar el tránsito de camiones que transporten aves vivas de corral u otras cautivas por tres únicas rutas: la N-1, la N-240, que enlaza Vitoria con Bilbao por el puerto de Barazar, y la N-622, la autovía que une las capitales por Altube.

El paquete de medidas, que veta la práctica de la caza en la zona, refuerza también la vigilancia de los espacios naturales, con el fin de detectar con la mayor celeridad cualquier ave muerta.

Desde que hace ocho días apareció el somormujo portador del virus, esta práctica ha permitido efectuar ya doce análisis en otros tantos ejemplares. Todos, asegura el Ejecutivo autónomo, han dado negativos.

El protocolo se completa con una zona de especial vigilancia en un área de 10 kilómetros, en la que tampoco existe ninguna explotación avícola con fines comerciales.

Un equipo compuesto por me-dio centenar de veterinarios, guardas forestales y ornitólogos vela por que todas estas medidas se cumplan a rajatabla.