M e consideraba una intocable, un ser protegido al estilo del Bruce Willis de la película de ese director indio del que soy incapaz de escribir el nombre. Cuando otros me hablaban de lo mal que lo estaban pasando, de todo lo que habían perdido por su culpa, yo respiraba aliviada. En casi dos años de relación nunca había tenido quejas.

Pero cuando más confiada estaba, cuando pasar las noches con él escuchando buena música o viendo películas se había convertido en una tradición, cuando más falta me hacía su presencia... me ha abandonado. Y sin avisar.

Y por si fuera poco, aunque yo creo que no me lo merecía, algunos me dicen que me está bien empleado porque tenía que haberle puesto más atención y darme cuenta de que empezaba a flaquear. Uno de ellos es precisamente el mini gurú informático que tenemos en la redacción y que va a ser el encargado de arreglarme el ordenador.

Pero... ¿cómo iba a saber yo que cada cierto tiempo tenía que haberlo formateado -que no sé ni lo que es-, o que ciertos virus se meten en mi ordenador a través de programas como el emule -a todas las autoridades, sólo lo usaba para el intercambio de archivos-, o que no es bueno toquetear en el sistema operativo sin tener ni idea?

La cuestión es que mi ordenador ha muerto, que he perdido toda la información que tenía, que hay fotos de vacaciones pasadas que ya son irrecuperables, y que ahora tendré que empezar de cero en mi recopilación musical... Pero lo que más me fastidia es darle la razón al mini gurú.