Uno contempla la programación estival de Cádiz y se le caen dos lagrimones en forma de Cortijo de los Rosales: allí, una noche, nos enamoró para siempre Joan Manuel Serrat y nos decepcionó hasta nunca Juan Pardo, pero defendimos a piñón fijo a Antonio Machín cuando un energúmeno le gritó «acabado», durante la última gira del ángel negro. Hasta bajo el franquismo, llegaba la negra Mercedes Sosa, el malogrado Jorge Cafrune con su insoportable Marito, el sempiterno Raphael o los inexplicables coros rusos de la URSS con aquel casachoc que luego imitaría Georgie Dann. Fernando Quiñones nos dio a conocer a Joaquín Sabina y a Javier Krahe durante las noches de Alcances y hasta Chano Domínguez y Jorge Pardo se patearon Cádiz y lo que queda de provincia a bordo de añejas menesterosas campañas oficiales.
Así que qué quieren que les diga, si entre Elbicho y el dúo Cortés en homenaje a los niños bielorrusos, uno llega a echar de menos hasta María Jesús y su Acordeón. O Manolo Escobar, el Serrat de los sesentones que ha preferido hacer las Américas que hacer el ridículo entre tanto triunfito de saldo. Y no es que uno quisiera ingenuamente que el Pemán se llenase para asistir a la presentación del último y excelente libro de Angel Mendoza -«Horario de invierno», Pretextos, todo un lujo- o que abarrotasen las gradas por el rock fresquito de Malabar, la canción de autor de Joaquín Calderón -que acaba de hacerse con el premio del Pay-Pay-, el cante de David Palomar o el coro de Quico Zamora que va a hacer las maletas rumbo a Santiago de Cuba. No, pero salvando excepciones como nuestra Sara Baras, a uno le extraña que el Teatro de Verano no haya programado este año inexcusables presencias como las de Luis Aguilé, Juan Erasmo Mochi o Mariano-Mariano, por citar artistas interdisciplinares y sumamente conocidos del público. Ni siquiera podremos asistir a un dúo entre La Caballé y El Koala.
Sin Rocío Dúrcal y Rocío Jurado, siempre nos quedará Falete. Pero entre la estupenda Merche y Angela Carrasco, en su trigésimo cumpleaños como intérprete, permítanme que añore a Patxi Andión musicando poemas de Pemán por aquello del vigésimoquinto aniversario de la muerte del polígrafo gaditano. ¿Qué habrá sido de Danny Daniel, para cuándo un homenaje a Los Chichos, cómo no se le ha ocurrido a nadie hermanar a Massiel y a Salomé con Rosa de España? Los Hombres G podrían hacer las delicias de los más jóvenes mientras los más atrevidos disfrutarían de nuevo con mi añorado Teatro Chino de Manolita Chen.
Cádiz está pidiendo a gritos el primer gran Festival de la Caspa. El gobierno municipal está perdiendo el tiempo si no reúne ya a los djs de los antiguos guateques para hacer una reconciliación entre la música House y la de Los Brincos, por aquello de Cádiz 2012. La Fundación Torquemada podría organizar una quema de discos, durante las barbacoas del Carranza, siempre que Delegación de Costas tuviera a bien autorizarla.
Cierto es que habrá festival flamenco, la Noche de Polifonías y Habaneras, el Festival Carnavalesco Me Río de Janeiro. Pero a uno le gustaría que también hubiese Javier Ruibal y Richard Bona, Noa, Jackson Browne, John Cale, Enrique Morente, Luis Eduardo Aute, Moraíto, Kiko Veneno, Martirio, Chrstina Rosenvinge, Nacho Vega, Son de la Frontera, Jabier Muguruza, Toti Soler, Javier Colis, Javier Mas, Perla Batalla, Anjani Thomas, Buika o Sydy Samb. Pero para esto último, sólo habrá que irse a Jimena de la Frontera: 9.754. Y cuyo alcalde, por cierto, es de Cádiz. De Cádiz-Cádiz.