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Martes, 4 de julio de 2006
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SOMOS DOSCIENTOS MIL
Doce puntos... en la frente
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Con permiso de mi querido señor Director, y sin que sirva de precedente, voy a saltarme por una vez el contenido eminentemente local, que pretende esta columna, y ello para expresar mi opinión -también tengo derecho- sobre la Ley que, desde el pasado sábado, ha logrado que tomemos conciencia de que el carné de conducir es como las antiguas cartillas del «Valispar»: tiene puntos a cuidar como oro en paño, pues aunque no regalan nada, al menos nos evitarán utilizar la bicicleta en nuestros desplazamientos.

Previamente confieso que jamás he sido político, y lo digo para evitar suspicacias, o que alguien vea alguna oculta intencionalidad tras esta columna. ¿No la hay! A la hora de acercarme a las urnas, unas veces he votado a la izquierda y otras a la derecha. En ello me he guiado por las vibraciones que me ha transmitido el político de turno, así como por el carácter de las elecciones. Pero, por si alguien tiene dudas, expresamente autorizo a través de estas líneas, a que los Partidos Políticos desvelen si en sus listas de afiliados he militado alguna vez.

Así que, desde la autoridad que me otorga el no tener que agradecer nada a Partido alguno, permítanme criticar la Ley conocida como del «carné por puntos», pues considero, dicho sea con todos los respetos, que es una Ley claramente favorecedora de las clases pudientes -que seguirán conservando sus carnés-, en lógico detrimento de las clases media y baja que, si nadie lo remedia, terminarán andando.

Y como la mejor manera de explicar algo es mediante ejemplos, se me ocurren al menos hasta cinco situaciones en las que, en iguales circunstancias, un potentado conservará su permiso, mientras que otro, al que la vida no haya favorecido en lo económico, se irá desprendiendo poco a poco de los mismos.

Si usted o yo fuéramos millonarios, tendríamos un vehículo de los denominados de alta gama. Tales automóviles, entre otras «pijadas», cuentan con limitador de velocidad, encendido automático del alumbrado en situaciones de poca luminosidad, avisador de cambio involuntario de carril, equipo con tecnología «bluetooth» para atender el móvil, o detector de uso del cinturón de seguridad. Incluso algunos vehículos, al ocupar el asiento, extienden un brazo desde la trasera del mismo, acercando el cinturón para que pueda colocarse con mayor comodidad.

Claro que ello sólo ocurre en coches caros. Ni el suyo ni el mío, querido lector -turismos normales de gama media-, cuentan con tales innovaciones tecnológicas. Así que nos resultará fácil traspasar el límite de velocidad de forma involuntaria; olvidarnos las luces -por ejemplo al cruzar de día un túnel de los que jalonan las carreteras del país-; pisar, sin darnos cuenta, una raya continua; olvidarnos del cinturón de seguridad o, casi de forma instintiva, atender el móvil, máxime si nos llama un ser querido.

Y ello porque a mi coche, ni le puedo limitar la velocidad, ni enciende solo las luces, ni advierte que piso la línea continua y, mucho menos, me ayuda a ponerme el cinturón. Lo más que hace es encender un testigo en el cuadro, que como es de color rojo, no hay manera de verlo de día. Al menos, mis amigos del concesionario, me instalaron el «bluetooth» y ello que me ahorro.

Si han hecho las cuentas, tan sólo con esas cinco infracciones, el carné de conducir ha desaparecido. Dos puntos por no encender el alumbrado; otros dos por sobrepasar el límite de velocidad; tres por no llevar el cinturón; tres más por pisar la línea continua y, otros tres, por utilizar el móvil. Total, trece puntos del ala, que han volado de su cartera y con ellos el carné, por unas infracciones que, como decía, son imposibles de cometer por alguien que cuente con un vehículo de alta gama.

No se que habría dicho la izquierda si esta Ley hubiera sido aprobada por la derecha. Posiblemente la habrían tachado de retrograda, favorecedora de ricos y no se cuantas sandeces más. Pero como ha sido la izquierda quien ha dado su visto bueno, sin darnos cuenta nos hemos convertido en los más adelantados, modernos y europeos.

Yo, por si acaso, le estoy quitando el polvo a la bicicleta. Seguro que tardaré más cansándome mucho. Pero al menos disfrutaré del paisaje con mi carné intacto en el bolsillo del pantalón.



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