Evitar a toda costa la euforia desatada tras el triunfo ante Brasil, recuperarse bien del enorme desgaste físico y convencerse de que Portugal es un rival más complicado que España y el vigente campeón. Con este triple objetivo regresaron ayer al trabajo en Hamelin los jugadores de Raymond Domenech, después de dedicar la jornada de dulce resaca dominical a relajarse con paseos en bicicleta. A dos días de la gran cita de Múnich ante los lusos, Domenech está obsesionado en poder aislar al grupo del éxtasis del que disfruta el entorno. Primero, invitó a los futbolistas a apagar los teléfonos móviles para dejar de recibir cientos de mensajes de alegría desbordante; luego, les recomendó que no vieran la televisión, en la que los halagos eran unánimes y las imágenes sobre el jolgorio en su país constantes. El objetivo es estar el 9 de julio en Berlín y aún no lo hemos conseguido», insistió el técnico galo horas después del éxito ante la canarinha.
En todas las conversaciones con sus pupilos, el pragmático Domenech les recuerda que deben concentrarse para el choque ante los lusos «con el mismo espíritu que frente a españoles y brasileños». Les recuerda que aún no han ganado nada y, aunque la mayoría están curtidos en mil batallas, les alerta de que la semifinal es «el escalón más duro».