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Jueves, 29 de junio de 2006
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CALLE PORVERA
mono de chocolate
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Es difícil encontrar a alguien a quien no le guste el verano, con sus cálidas temperaturas, la playita, el ambiente de relajación generalizado, las ropas ligeritas y coloreadas y, sobre todo, las vacaciones. Pero yo, como siempre, tengo un pero: la alarmante escasez de chocolate. Porque, he de confesarlo, es una de mis adicciones, junto al tabaco, la Coca-Cola, las teleseries de ciencia-ficción y... alguna que otra cosa más.

Ya estamos en esa triste época en la que da pena hasta mirar los donuts, o las palmeras, o las caracolas, que agonizan bajo su dulce cobertura de chocolate totalmente pegada al envoltorio. Las meriendas se presentan cada vez más complicadas, sobre todo para quienes, como en mi caso -y en el de varios de mis compañeros-, esos alimentos totalmente insanos, auténtica fuente de la celulitis que me trae por el camino de la amargura, representan un respiro y hasta un premio en mitad de la dura jornada laboral.

Pero incluso peor sientan esos spots patéticos que nos recuerdan una y otra vez que hasta el otoño no volveremos a comer Ferrero Rocher, ni Mon Cherie, ni Kinder Bueno, ni Huevos Kinder,... Por lo menos podían difundir la mala noticia con un poco más de delicadeza, no con empalagosos anuncios que lo único que consiguen es deprimirnos más.

Menos mal que siempre nos quedarán los sucedáneos, esas tortas con trocitos de chocolate, esas galletas rellenas o recubiertas, todas marca ACME, pero que mi querida compañera Virginia se encarga de suministrarme en dosis suficientes para aguantar medianamente bien este largo y cálido verano. Y si no, siempre nos quedarán los Magnum Frac.



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