La inesperada caída del cartel de Sebastián Castella (oficialmente por un resfriado mal curado, aunque la verdadera razón podría ser un hipotético desacuerdo económico con la empresa), ha venido a ser una oportunidad de oro para Alejandro Talavante, la gran revelación de los novilleros de la reciente Feria de San Isidro.
Talavante tomó la alternativa hace cinco días y con muy pocos contratos por delante, así que se jugaba mucho en esta sustitución. Prueba superada con nota muy alta. Lo de Madrid no fue ninguna casualidad. Y de seguir por ese camino, reafirmado con la actuación de ayer en Granada, hay torero para rato. Torero en figura.
No fue fácil la corrida de Guadalest, cuyo principal inconveniente fue la falta de transmisión. Toros que apenas empujaron, con los que era muy difícil interesar. Había que medirles mucho el castigo, aliviándoles. Y ahí fue donde acertó de pleno Talavante. Ahí y, desde luego, en el planteamiento de sus faenas. La actitud para quedarse quieto, y el sentido del temple en su forma de torear.
Llamó la atención al hacerse presente con el capote, la colocación y la templanza. Al cabo de dos toros , por fin, la plaza se rompió en olés con cinco verónicas y la media del saludo. Creciendo el buen ambiente con el quite por gaoneras, también de cinco y rebolera (hay que hacer notar que amén de quedarse muy quieto Talavante es generoso igualmente en la cantidad, de forma que va quedando cada vez menos espacio entre él y el toro, llevando la emoción al límite).
Osado
En la faena de muleta se mostró también muy suelto y enterado, igual de valiente. El toro respondió porque supo aliviarlo, sobre todo en la apertura. Y en el toreo fundamental se fue afianzando la faena, de series que asimismo fueron creciendo conforme se sucedían, primero de tres y uno por la izquierda, de cuatro y uno por la derecha, más en redondo, quizás demasiado encima (las cosas del valor). Y absolutamente todos los remates de pecho, algo muy serio. Lo de Talavante es valor y pureza. Y como remate un fin de fiesta extraordinario: bernadinas cambiándose de pitón, un par de remates por bajo y otra vez el de pecho en plan cartel. Se atracó tanto en la estocada que salió con la taleguilla rota. La gente se impresionó todavía más, definitivo para las dos orejas sin discusión.
Y no queda ahí la cosa, pues en el sobrero de Peñajara que hizo sexto volvió a dar otro recital de arrojo y capacidad lidiadora. El toro trajo de cabeza a la cuadrilla en el segundo tercio, esperando y enterándose. Toro a punto de cumplir los cinco años, hay que advertir. Talavante le bajó los humos poniéndose muy firme desde el primer muletazo. Quieto y muy encima, llevándole muy tapado. Al segundo muletazo el toro se sintió vencido, y a partir de ahí mandó el torero, suficiente y arrogante.
El toreo fundamental otra vez en su mejor expresión. Más allá de la firmeza y la quietud Talavante aguantó todavía un par de parones escalofriantes. Y cuatro manoletinas. Aquello fue la locura. Pero un horrible bajonazo lo estropeó todo, esfumándose otras dos orejas. Hubiera sido muy fuerte. Pero de momento está bien con lo que hubo. Esta Puerta Grande de Granada le va a llevar definitivamente a otras ferias y plazas donde su nombre va a ser uno de los alicientes de la temporada.
El cuarto, el mejor
Toro bueno también en la tarde, sin duda el mejor, fue el cuarto. Se movió más y con calidad. Finito estuvo frente a él con muchas desigualdades, bajándole la mano pero con prisas. Sólo una tanda al natural tuvo importancia. Lo demás, mucho latigazo para terminar tirando al toro. Una pena de toro, de torero y de faena a pesar de la oreja final. En el anterior, noblón y de medias embestidas, Finito había estado despegado, perfilero y precavido, sin comprometerse lo más mínimo. A Perera no le acompañaron sus toros , muy manso, embistiendo al paso y sin humillar su primero. Muy difícil decir nada con un toro así por mucho que se empeñó Perera. El quinto, rajadito desde que se hizo presente, tampoco remató los viajes. Perera quiso otra vez, pero fue imposible.