Imposible acostumbrarte a este tipo de noticias, no por repetidas dejan de ser escalofriantes, imposible imaginar el horror, el pánico, el dolor. Una mujer se debate entre la vida y la muerte porque su marido la emprende con ella a martillazo limpio, después, cuando la creía muerta, la encierra en un cuarto trastero. Es sobrecogedor, una se pregunta ¿hasta cuando? Luego vienen las declaraciones desde las que expresan indignación a las políticamente correctas, desde la solidaridad de otras víctimas que han logrado sobrevivir a este holocausto femenino, a las ausencias de tantos que, con su silencio, siguen siendo cómplices. Pero eso de poco le va a servir a esta víctima.
¿Qué nos está pasando? Las mujeres hemos cambiado, el mundo también ha cambiado, pero y los hombres ¿han cambiado los hombres?, ¿tenemos que ser las mujeres las que cambiemos a los hombres?, ¿es nuestra responsabilidad, nuestro deseo que los hombres cambien?, ¿en qué y cómo?
A final queremos, o tenemos que, convivir con ellos, como amantes, como compañeros, como esposos, como amigos , pero cómo convivir, o hacerlo armónicamente, con quien no te comprende (aquello de que las mujeres sois muy raras), en el mejor de los casos o en el peor con quien te machaca, te mortifica, te degrada por ser mujer, te mata o al menos lo intenta.
¿Qué queremos las mujeres de los hombres?, ¿qué buscamos en nuestro hombre ideal?. Sirvan de respuesta las que me dan a estas mismas cuestiones las chicas de 14, 15 y 16 años del IES Fernando Savater: Queremos que sean sinceros, cariñosos, que nos amen y nos respeten, que sean buenos con nosotras, que sean tiernos, fieles y detallistas. Sobre todo no queremos que se sientan superiores, no queremos hombres machistas, creídos o chulos. No queremos que se comporten de manera distinta delante de sus amigos, o que piensen en ellos antes que en nosotras. No queremos que sólo piensen en foll
Respuestas claras y sencillas que esconden un anhelo de igualdad aún no sentida como real.
Nuestra convivencia, hombres y mujeres, no por deseada deja de estar salpicada de altibajos, de desencuentros vivenciales, emocionales y sexuales, derivados de los roles sexistas que nos siguen condicionando. Estos desencuentros van minando poco a poco nuestra existencia, nuestra felicidad y nuestra salud, pues añaden una sobrecarga de sufrimiento innecesaria. Por eso cuando me preguntaban porqué puse en marcha un programa de "Hombres por la Igualdad" respondía: por puro egoísmo, por un deseo de tranquilidad, por acelerar el futuro, porque algo había que hacer.
A golpe de martillo un hombre roba la vida de una mujer , mientras otr@s callan.