La selección española llegó ayer a Alemania y comenzó su cuenta atrás de cara a un Mundial en el que, a seis días de su debut ante Ucrania, se hace difícil imaginar cuál va a ser su papel. Esta indefinición, que tiene algo de sano escepticismo, contrasta ciertamente con lo vivido en anteriores experiencias del equipo nacional en Mundiales y Eurocopas, cuando España se bajaba del avión en un ambiente de optimismo cercano a la euforia, cargada de las mejores expectativas y dispuesta a romper la banca por primera vez en su historia. Esta vez es distinto. Salvo algunos irreductibles y Manolo el del Bombo, que es uno más en la expedición española, nadie se atreve a lanzar las campanas al vuelo. Del «se van a enterar» se ha pasado al «ya veremos», y la mayoría de los aficionados y de enviados especiales opta por escudarse detrás de esa barrera de precaución que los futbolistas han sido los primeros en patentar y sacan a relucir en cada una de sus declaraciones públicas cuando recuerdan la necesidad de ser realistas y de ir «partido a partido».
Este cambio de clima obecede a dos razones fundamentales. La primera es que España es una selección escarmentada. A la fuerza ahorcan, se podría decir. Y es que la colección de fracasos históricos y decepciones sonoras es demasiado extensa como para volver a tropezar en la misma piedra y elevar de nuevo las expectativas por encima de los límites de lo razonable. Las heridas del Mundial de Corea y Japón y, sobre todo, la de la última Eurocopa de Portugal, están todavía abiertas, de modo que al día de hoy las quimeras cotizan muy a la baja en el entorno de la selección.
Más futuro que presente
La segunda razón tiene que ver con un dato objetivo que no puede soslayarse. Se trata de que la España de Luis Aragonés es un equipo más de futuro que de presente. Hablamos de la selección más joven del torneo, con una media de 25 años, la más corta de la historia mundialista. Dicho de otro modo, hablamos de una selección inexperta y demasiado tierna en algunos conceptos fundamentales del juego. Su punto exacto de maduración se antoja más cercano al Mundial de Sudáfrica, en 2010, que a esta cita de Alemania.
También en esto es evidente el cambio respecto a anteriores Mundiales. Con Javier Clemente o José Antonio Camacho, por ejemplo, España era un bloque muy armado, provisto de tres o cuatro centuriones de colmillo retorcido y de una tropa bien bregada. Otra cosa es que, por variadas circunstancias, nunca pasara el fielato de los cuartos de final o protagonizara fiascos como el de Francia hace ocho años, pero aquellas selecciones estaban hechas y derechas. Ahora, en cambio, las virtudes anímicas de la selección tienen mucho más que ver con el desparpajo y ese punto de inconsciencia que alumbra a la juventud que con el rigor y el oficio que dan los años. De hecho, en este grupo la veteranía sólo la ponen Luis Aragonés, que a sus 67 años es el segundo entrenador más viejo del Mundial, y un Raúl González que ya empieza a descubrir las cenizas de su esplendor.
Así las cosas, España es una incógnita. Los últimos partidos de preparación lo han confirmado. Es cierto que la victoria del miércoles ante Croacia, con remontada incluida, ha animado a los jugadores y ha evitado una de esas crisis que, casi sin querer, tan sólo por la fuerza del torbellino mediático que rodea al equipo nacional, acaban enrareciendo el ambiente y desatando extrañas hostilidades. Por otro lado, tampoco puede olvidarse que Luis Aragonés suma ya 22 partidos invicto desde que cogió las riendas de España, lo que algo querrá decir. Pero aún así, la impresión general es que el sabio de Hortaleza se enfrenta desde hace meses a un enigma que no acaba de desentrañar.
Su selección carece de un estilo bien definido. No acaba de encontrar su personalidad en el campo. Su fútbol hunde sus raíces en el impulso, en la emotividad y en la capacidad de improvisación de sus mejores talentos, pero no en un guión conocido y asumido por todos, de esos que las grandes selecciones recitan de memoria. El hecho de que en esta ocasión, a diferencia de lo que ha venido siendo tradicional, ningún equipo de la Liga aporte un pequeño bloque a la selección (equipos como el Real Madrid, el Barça o el Valencia sólo ofrecen uno, dos o como mucho tres titulares) acrecienta sin duda la precariedad de los automatismos del juego. No resulta extraño, por tanto, que en cada partido se pueda ver una España menguante y otra creciente, momentos de oscuridad y de luz, independientemente del once titular y del sistema elegidos.
Dibujo táctico
Hablando de esto, del once y del sistema, se vuelven a abrir las interrogaciones. Al día de hoy, son pocas las certezas. Se sabe que España quiere tener la pelota y ser profundo con ella. Perfecto. ¿Con qué dibujo táctico? Luis Aragonés se reafirma en su 4-3-3, pero nunca deja de referirse a dos o tres variantes. ¿Con qué jugadores? Habrá que verlo. En principio, Casillas es fijo y el cuarteto defensivo estará compuesto por Sergio Ramos, Puyol, Pablo y Pernía. Arriba, Villa y Torres parecen fijos, salvo sorpresa. Las grandes dudas están en el medio campo y la media punta, en el corazón del equipo. Hay siete hombres para tres puestos: Albelda, Xabi Alonso, Senna, Cesc Fábregas, Xavi, Reyes y Raúl.