Tengo que agradecer a mi esposa Arantxa, descenciente de marineros vascos, quien, al timón, me daba ánimos de fuerza y conservaba una serenidad envidiable.
A Fernando que, con sus once años, sus lágrimas estaban a punto de salir mientras que cumplía las órdenes a raja tabla. Cuando le dije que estuviese preparado para el abandono de la nave, además de su chaleco, abrazó su mochila metiendo su walkman, CD y sus videojuegos.
Agradezco a la Marinha de Portugal, a su personal de la Policía Marítima por la prontitud, profesionalidad y, sobre todo, humanidad ya que incluso nos llevaron hasta el aeropuerto para así poder alquilar un vehículo para irnos a casa, a Jerez de la Frontera.
Agradezco al Servicio de Rescate Marítimo de Culatra y a su mecánico, a los Bombeiros de Faro, a la Ambulancia Marítima por hacerse presente y al Servicio de Comunicaciones Navales de Faro y de Cádiz por su rápida y excelente coordinación. Asimismo, agradezco al señor Fernando Belxior, Bruce, dueño del remolcador y del astillero en Faro, quien nos ha tratado como a amigos y no como a clientes.
Por último, agradezco a la Escuela Naval de Perú, que me enseñó y despertó el amor y respeto por el líquido azul y gracias a ello sigo navegando.
Lusi Alberto Montes. Jerez