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Viernes, 2 de junio de 2006
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Rapiñas
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La angustia concluyó la pasada madrugada. El final era inminente y todos los sabíamos. Esa enfermedad es demoledora y en la última fase el deterioro que produce es rápido, demasiado rápido. La medicina ha avanzado mucho y en algunos tipos de cáncer ha conseguido alargar la esperanza de vida de los enfermos. Pero hay determinadas afecciones cancerígenas que, hoy día, son letales a corto plazo. Dos años desde el diagnóstico, como es el caso de Rocío Jurado, coincidirá conmigo que es poco tiempo. Es evidente que cuando se sufre una enfermedad grave se intenta todo para lograr el tratamiento más eficaz, el más duradero, el que mantenga la vida. Pero creo que sus expectativas no mejoraron por ser tratada fuera de España. En nuestro país, salvo problemas y negligencias ocasionales, tenemos una magnífica atención sanitaria y contamos con los mayores avances técnicos aplicados a la medicina. Rocío Jurado ha tenido mala suerte. Pero la misma mala suerte que todos los días tienen cientos, miles de personas en el mundo. Ella era un ser humano más. Ocurre que también era un personaje, para lo bueno y para lo malo. Ser una celebridad, ser famoso, tiene muchas prebendas y ventajas pero también inconvenientes. El más desagradable es el de la persecución mediática.

Desde que se conoció que padecía cáncer el seguimiento ha sido constante. Se intensificó con su tratamiento en Houston, con desplazamiento incluido de reporteros muy informados. Porque, claro, el morbo vende, vaya si vende. Yo me pregunto si ha existido un interés real en la evolución de la salud de la cantante o si, por el contrario, sobre todo ha sido una cuestión periodística, la de buscar mayor audiencia. En la última semana confieso que he seguido las escasas novedades sobre Rocío Jurado. No hacía falta ser un lince para saber que desgraciadamente la enfermedad estaba en su último y más terrible estadío, cuando el final ya es inminente. ¿Por qué, entonces, esa insistencia en conocer, preguntar, interrogar, molestar, agobiar, presionar a los familiares? ¿Es que no tenían derecho a sufrir en paz? Desde hacía días no había nada que contar, no había nada que decir. Pero la consigna de la prensa, sobre todo la de las visceras, era clara: ¿que no se mueva nadie de la puerta de la casa hasta que se muera! Sí, es así de duro y de indigno. A mí, francamente, esa labor de rapiñas me produce asco. Lo siento por los mandados, que habrán sido la mayoría, pero deberían reconocer que estaban haciendo un flaco favor a la profesión.

Entiendo que ante la desgracia, el dolor, la muerte, se debe ser respetuoso y discreto. Hay que tener sensibilidad y dejar que la gente sufra sin sentirse acosada por los informadores. La familia pedía el miércoles que les dejasen llorar en paz, que no les fotografiaran desahogándose en el jardín, que no les persiguieran cuando abandonaran la casa. No era necesario hacer guardia y vigilar porque no había que esperar ninguna exclusiva, ninguna primicia o, tal vez sí. Puede que hubiese algún indecente que quisiera atribuirse el mérito de ser el primero en dar la noticia. Podría ser. La agencia AP y CNN plus se precipitaron y anunciaron el martes que había fallecido. Increíble.

Rocío Jurado era personaje pero antes era persona. Y su familia tenía el derecho de sufrir en la intimidad sin focos, sin micrófonos, sin cámaras. Que la policía acudiera a las inmediaciones de la casa es un detalle relevante. Es el resultado del lamentable espectáculo informativo que se ha ofrecido. Espero que ahora se respete el dolor de su familia. Pero soy un ingenuo.



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