El tipo de interés de referencia al que se contratan la mayoría de las hipotecas ha subido a niveles que algunos consideran preocupantes. El conocido Euríbor ha alcanzado en el mes de mayo el 3,3%, lo que equivale a un tercio más de su nivel hace un año. Esta es la octava subida que viene encadenada en la marcha ascendente -aunque suave-, de los tipos que está marcando el Banco Central Europeo. Sobre un supuesto de una hipoteca promedio -esto implica un incremento de gasto por familia de entre 60 y 70 euros al mes-, y por esta razón los supervisores bancarios no están preocupados sobre la viabilidad de los préstamos, que crecieron de manera récord en el mes de abril y se constituyeron además en su mayoría con tipos de interés variable. El Banco de España tampoco ve indicio alguno que muestre una desaceleración futura y la Encuesta sobre Préstamos Bancarios en España, que aparece en su último Boletín Económico, muestra una tendencia alcista de la financiación, al tiempo que los bancos y cajas se vuelven cada vez menos estrictos en la concesión de préstamos; lo que no tiene nada de extraño si se mira el precio real del dinero que -descontada la inflación-, se sitúa en el 0,22% en España, a una gran distancia del casi 2% alemán y 1,5% francés. Es cierto que el M3, la medida más amplia de la cantidad de dinero en la zona euro, ha subido más de lo esperado, pero las expectativas de inflación para lo que queda de este año y todo el siguiente muestran una tendencia a la baja que hará que el incremento de precios europeo se estabilice ligeramente alrededor del 1,7 ó 1,8%. Si a esto le añadimos que las expectativas de recuperación han seguido una notable recuperación desde mediados del 2005, es fácil conjeturar que el BCE no va seguir una política dura de tipos y que, por lo tanto, el crédito hipotecario en España no va a verse tan afectado como algunos creen por los futuros precios del dinero.
Ahora bien, esto no debe ser interpretado en el sentido de que por el simple hecho de que un aumento del Euríbor sea asumible por las familias no va a haber ningún impacto sobre la economía. Muy probablemente, el nivel de impagos de hipotecas permanecerá al mismo bajo nivel que tenemos ahora, por lo que no subirán los riesgos financieros. Pero eso tiene más que ver con el comportamiento de los consumidores que con las variaciones en su renta. Los gastos asociados con la vivienda tienden a ser inelásticos, o sea, insensibles, con respecto al ingreso disponible. Y esto convierte a los deudores en buenos pagadores pese a que la parte correspondiente a intereses que se van a encontrar las familias en la factura hipotecaria haya crecido.