Posiblemente estemos ante el mejor gestor existente al frente de un ayuntamiento andaluz, sólo superado por otro carismático político andaluz como es don Alejandro Rojas-Marcos e incluso por la andaluza de izquierdas Rosa Aguilar, pero lo cierto es que Pedro Pacheco se ha quedado sin ideología andalucista.
Ayer teníamos que leer una referencia suya al PARTIDO ANDALUCISTA denominándolo como el «partido regionalista de la derecha andaluza». Curioso, ¿verdad? Pues sí. La verdad es que no deja de resultar anecdótico que se tilde de regionalista al único partido que ha pedido tajantemente que Andalucía sea considerada una «Nación». Recuerdo a los lectores que el PSA, como su compañero de viaje, el PSOE, ha decidido apostar por aquello tan intangible de «realidad nacional».
Es decir, el andalucismo de Pedro Pacheco no deja de ser, como en otros tiempos, una corriente crítica minoritaria, pero ésta vez ha dejado detrás la ideología que comporta el andalucismo, es decir nacionalismo andaluz de izquierdas.
Nadie se puede llamar nacionalista, señor Pedro Pacheco, si deja que Andalucía pierda el techo competencial de «Nación», frente al invento, mire usted por donde, de un líder y éste sí, de la derecha regionalista andaluza, como es don Manuel Clavero Arévalo, artífice de la acuñación de «realidad nacional» para Andalucía por la cual usted apuesta.
Lo cierto, es que el PSA se ha quedado posicionado muy mal frente al votante, porque en los «caladeros del electorado», en expresión del ex ministro José Bono, ¿cómo se puede explicar al votante andalucista que el PSA es un partido considerado como de izquierdas y andalucista asumiendo este Estatuto?
Tengamos en cuenta que el Estatuto reformado contienen como dicen algunos, entre ellos el Coordinador General en Andalucía de I.U, Diego Valderas, «un alma de izquierdas» cuyo origen es el Título I, precisamente el que habla sobre Derechos Sociales, el cual ha sido calificado por el propio Dictamen del Consejo Consultivo de Andalucía como una serie de artículos que «no suponen una alteración del régimen de distribución de competencias ni la creación de títulos competenciales nuevos». En palabras inteligibles, esto quiere decir que estamos ante una simple reiteración de derechos ya reconocidos en otras partes del ordenamiento español que no implican en absoluto poderes consecuentes para trasmutarlos en hechos reales para Andalucía.
Y si en la izquierda no hay nada nuevo en este Estatuto, qué decir del andalucismo que deja apeado a la tan necesitada comarcalización de Andalucía, a la potenciación de las selecciones andaluzas (como en el caso catalán) o al hecho económico que quien mejor lo define es el propio secretario general del PARTIDO ANDALUCISTA, Julián Álvarez, quien afirma que: «El texto condena a Andalucía a tener un texto similar al valenciano; un texto que no ofrece un mecanismo especifico de financiación. Vamos a estar sometidos a estar dentro del paquete global de los que no tienen una financiación definida».
Para que el lector nos entienda, sólo en Navarra (con sus fueros), en Euskadi (con su concierto vasco) y en Cataluña (con su recién aprobado Estatut en el Senado) tendrán el poder de demandar lo que le es propio. Andalucía, nuevamente, quedará a expensas de Madrid, dónde los planes FEDER y LEADER para Andalucía se dilapidan en un AVE que se construye desde Madrid a Cataluña con el dinero de la vertebración andaluza.
Ahora, espero que el coordinador de política territorial de Jerez, en virtud de ser el Secretario General del PSA deje de «leer negándose a crecer, leer seleccionando agrados», tal y como decía Miguel de Unamuno, y deje el socialismo en manos del PSOE y al andalucismo en manos del PARTIDO ANDALUCISTA, lo suyo es la tercera vía, que aún no sabemos si será la del regionalismo que tanto predica para otros