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Martes, 16 de mayo de 2006
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SOMOS DOSCIENTOS MIL
Rebujito de Feria
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Sé que no lo van a creer, pero se acabó la feria. Al fin, dirán la mayoría de ustedes, aunque otros habrá, entre los que me hallo -los más «hartibles»- a los que no nos importaría que durara unos días más, a pesar de la mala cara con la que últimamente me estaba mirando el cajero electrónico del banco.

Para mí, si quieren que les sea sincero, ha sido una feria rara y, ello sin entrar en peleas entre políticos, o en previsibles ampliaciones del Real, pues son temas que constituyen un material a reservar para futuras columnas.

Hoy sólo quiero hablarles de la Feria de Jerez.

No niego, como dijo un político, que estamos antes la mejor feria de España. No es la más grande -para eso está Sevilla-, ni quizás sea la mas fresquita, pues ahí de lejos nos ganan las ferias costeras de Sanlucar o El Puerto. Sin embargo, no tengo dudas de que la Feria de Jerez es la más coqueta, la más mimada y la que constituye, tanto de día como de noche, el mejor espectáculo visual que puede contemplarse en cuanto a ferias refiere.

Pero claro, algún «pero» hay que ponerle a tan lúdica celebración, aunque quizás, aún imbuido del hechizo del rebujito, este año sólo tengo dos notas negativas para nuestra feria.

La primera no es otra que la dispersión de las casetas juveniles a lo largo y ancho del Real. No soy el primero -tal vez tampoco el último- que opina que esta idea ha sido una auténtica barbaridad. A partir de determinadas horas, las calles del González Hontoria dejaban de ser feria para convertirse en un inmenso macro botellón al aire libre, con sus bolsitas del hipermercado, sus cubatas tamaño XL, sus vasos de plástico y botellas de vidrio, conteniendo güisqui peleón.

En beneficio de la Delegada de Fiestas, es justo decir que ha suprimido el «gueto» que existía al final del Paseo de las Palmeras, debido a la concentración de casetas juveniles. En contra, no me queda otro remedio que indicarle que el «gueto» no ha desaparecido; simplemente ha logrado extenderlo por todo el Real, permitiendo que algunas entradas a la feria, especialmente la más cercana a IFECA, fueran simplemente insufribles.

Si tenemos en cuenta que es en la rotonda de la fuente de colores donde paran la mayoría de autobuses de turistas, imagino la cara de pánico del alemán, del nórdico u otro foráneo, al observar donde lo iban a meter.

El segundo «pero» que le tengo que poner a la Feria no es nuevo. Entiendo que el recinto ferial es un espacio público a proteger, y de ahí que esté vallado en todo su perímetro.

Sin embargo, ya pasada la feria, pues tampoco era menester crear alarmas innecesarias o meter miedo en el cuerpo, me veo en el deber de plantear la necesidad de dotar a la feria de mayor número de vías de escape.

Me explico. No se sí alguna vez se habrán planteado que el viernes o el sábado de feria, se pueden concentrar en su interior más de doscientas mil personas. Haciendo memoria, recordarán que la feria tan sólo tiene seis salidas: una a la Avenida Alcalde Álvaro Domecq, dos a la Avenida de Sementales, una más a la zona de las vías, y otras dos al Paseo de la Rosaleda.

Si por mano del diablo ocurriera en la feria una desgracia que obligara a su urgente evacuación, aquello se convertiría en un auténtico caos. Imaginan doscientas mil personas saliendo a la vez por sólo seis salidas. Si hacen las cuentas estamos hablando de más de treinta mil criaturas en torno a cada una de ellas: un auténtico atolladero. Pero es que, para colmo de males, tampoco cabría usar la técnica almonteña -la del salto de reja- pues ignoro quien tuvo la genial idea de que el vallado de la feria terminara con herrajes con puntas de lanza.

Evidentemente estoy hablando de una desgracia de proporciones extremas que -Dios quiera- jamás ocurra, pero si alguna vez pasara, se podría atenuar e incluso evitar, tan sólo desmontando algunos trozos del vallado que circundan el recinto ferial.

Y salvando ambos detalles que mas les voy a contar. Que espero lo hayan pasado lo mejor posible e incluso, que les quede algo de saldo en la cuenta corriente para llegar a fin de mes, pues no se si han caído en la cuenta, pero todavía estamos en su mitad.



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