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Domingo, 14 de mayo de 2006
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CÁDIZ
CÁDIZ
Una vía peatonal asediada por las motos
Los hosteleros de la zona lamentan que el paso de los ciclomotores enturbien la calma apacible de este espacio
Una vía peatonal asediada por las motos
CALLEJÓN. La entrada a la calle luce muy descuidada.
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Hoy es territorio consagrado al tapeo, gracias a que por allí no pasa el tráfico rodado -o mejor dicho, no debería pasar- y a las plantas y toldos uniformados que se han preocupado por poner los hosteleros de la zona.

Uno de los más antiguos son La Cartuja, un establecimiento que abrió en 1989 y a donde se recomienda no entrar si uno sólo acude a mirar. El olor que sale de su cocina puede convertirse en una tortura si la visita se produce al filo del mediodía. Su clientela fija y algunos visitantes ocasionales degustan con mucho ánimo su caballa asada con piriñaca, el pargo a la sal, los morrillos de pez con fideo a la marinera o su gazpacho, por terminar con una nota típicamente andaluza. Mientras Ponciano, el hijo del matrimonio de propietarios, se las apaña con los foráneos, hablándoles en inglés, francés o alemán.

Sus vecinos de local son El Candil 2, que lleva cinco años en Abreu, con mucha actividad también durante este mes, gracias sobre todo a las comuniones y a los turistas que llegan de los cruceros. Un grupo de ellos -ataviados de exploradores, como es de rigor- degusta la bebida más internacional del globo, la que no necesita traducción: la cerveza, con el calorcito de rigor que a veces le aumenta algún que otro grado. En la barra, Jonathan Silva de Jara atiende con una sonrisa amplia. «Esto es muy tranquilo. Lo único que molesta son los niños con las motos, que molestan a los que están comiendo fuera, tranquilamente». También se queja de la limpieza en la parte del callejón, la que está próxima al Mercado Central.

En eso coincide también con Juan Manuel Martínez Molina, propietario de la inmobiliaria Mercasur. Su local está dividido, como los bares, en zonas de libres de humo y zona de fumadores. Su despacho ocupa esta última y allí recibe, puro en mano, y cuenta los avatares de esta vía gaditana. «Hubo un fuego en la harinera que la destruyó y después la tiraron», explica entre calada y calada.

Lo cierto es que los bares del centro de la calle son un oasis de verdor, frescor y limpieza frente a los extremos. Por la parte que da al Campo del Sur, multitud de pintadas y un jardín de una finca que sirve de vertedero. Por la parte del callejón, donde se sitúan algunos locales, las fincas se encuentran en pésimo estado. Basta con echar un vistazo al número 3 para comprobar que está pidiendo a gritos una reforma. Además, un impenitente charco que se forma con el agua del riego ocupa toda la calle, casi en la esquina. «Lleva ahí 18 años y no consigo que nadie se haga cargo de eliminarlo», comenta el propietario de la tienda Lluch, a la que todo el mundo conoce por «tienda de La Cabra». La alusión al animal era porque por ahí pasaban los rebaños a pastar en el Campo del Sur, cuando aquello era un campo verde, es decir, bastante antes de que se formara el charco.

María Jesús Vernal también tiene claro cuáles son los principales problemas de la calle: la suciedad y las pandillas que últimamente han elegido el escalón de su local como lugar de reunión. «No tienen respeto ninguno. Yo a veces les he dicho algo y me han dicho que me iban a pegar», comenta esta joven empresaria. Respecto a la suciedad, María Jesús comenta que después de mucho reclamar «conseguí que pusieran una papelera». «Está ahí -agrega señalando un rincón- tapada por la moto y por ese cartel».

En este estudio de dirección y diseño -que en un principio estaba justo enfrente de donde se ubica actualmente- se aprende patronaje, pero también se puede encargar diseños para cualquier evento.

Muchos de los jóvenes que ahora visitan frecuentemente esta plaza lo hacen atraídos por el local de internet, que justo está cerrando sus puertas, y por la hamburguesería Abreu. Allí se encuentra Abraham Marín, hijo de la propietaria, que explica que el local lleva en sus manos tan sólo dos años. «Ha cambiado de dueño tres veces, pero es que no lo han sabido llevar», argumenta. Afirma no tener problemas en la actualidad con los vecinos. «Hace un tiempo se quejaron de que la música estaba alta, pero después cambio el presidente y dijeron que no había problema». Para Abraham es cierto que hay problemas con los que se dedican a pasar a toda velocidad con las motos, «pero no hay ningún problema con las drogas».

Eso sí, para quien alegue desconocimiento de las leyes, hay un cartel pegado a la pared que exhibe el decálogo de restricciones: «Se prohíben los juegos de pelota, las defecaciones caninas, las motos y bicicletas bajo denuncia».



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