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Lunes, 24 de abril de 2006
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LECHE PICÓN
Los incultos de primo
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Son, de principio, poquitos pero molestos, como las espinas en el bacalao. Son, después, unos coñazos difícilmente soportables, que no se paran en mientes para imponer sus ideas abstrusas a la mayoría silenciosa, que las más de las veces no entiende que el desprecio con que los observa no es suficiente para estos pisaverdes. Y son, sobre todo y por encima de todo, unos incultos de agárrate y no te menees, prototípicos habitantes de este pueblo nuestro donde un concejal de Cultura fue capaz de calificar como de época romana a la humilde fuentecita de Los Albarizones. Que así nos va.

La estatua del General Primo de Rivera ha vuelto a su ubicación originaria, a presidir la remozada Plaza del Arenal, después de siglo y medio de obras y excavaciones. A Dios gracias. Y ahora, de nuevo y como era de esperar, vuelven a oírse las voces de los palurdos de siempre que, encenagados en sus cerriles conceptos, graznan contra ese regreso hablando de dictadura, de tiranía, de opresión y no sé de cuantas pamplinas más. Los muy incultos. Porque ése, y no otro, es el problema: la incultura, el analfabetismo, la necedad que, más que cualquier otro problema, es el déficit endémico de este pueblo nuestro.

Ni quiero ni pretendo convertir esta gacetilla en un panegírico del General Primo. Simplemente aconsejaría a estos rústicos que ahora tanto chirrían contra nuestro ilustre paisano que se leyeran, aunque sea en un libro de texto de segundo de EGB o como demonios se llame ahora, la historia de España y analicen, aún desde sus torpes entendederas, el convulso principio del siglo veinte patrio, el porqué del apoyo del catalanismo de la Liga Regionalista a Primo de Rivera, o las consecuencias de los asesinatos de Eduardo Dato o Soldevilla, o la impotencia del gobierno de García Prieto o, en fin, las luces -que también las hubo, entre sus sombras- del Directorio Civil hasta la dimisión de Miguel Primo en 1.930.

Ya sé que será misión inútil, pues me temo que las lecturas de estos alcornoques acabaron en El Capitán Trueno y en Harry Potter. Para ellos, lo único que importa es que Miguel Primo de Rivera fue un dictador, y todo dictador, por tanto y según ellos, merece el garrote vil. Con independencia de su contexto histórico y de las circunstancias concurrentes en cada caso. Así pues, desde su pobre ideario, también se deberían derribar las estatuas de César que adornan Roma, o las de Alejandro Magno que engalanan Atenas, o las de Luis XIV que atavían París o, en fin, La Puerta de Alcalá que señorea Madrid, pues resulta que la mandó erigir Carlos III y, como todos sabemos, Carlos III fue arquetípìco representante del Despotismo Ilustrado. Ahora, eso sí, que no les toquen a su Fidel Castro, que ni es dictador ni nada, sino un patriota que lucha contra el imperialismo yanqui, adalid de libertades y protector de los derechos humanos del mundo mundial. Hay que joderse, vamos.

Me dan pena estos zoquetes que son capaces de renegar de su propia historia. No saben que en lo pasado está la historia del futuro y que el pueblo que olvida su pasado y a sus hijos ilustres está condenado a dejar de ser pueblo para convertirse en barriada. Don Miguel Primo de Rivera ya está de nuevo en el caballo de bronce que esculpió Benlliure para los medios de la Plaza del Arenal. Alegrémonos, pues, los que queremos a esta tierra y a su pasado, con sus pros y sus contras. Y a los que rajan, a los incultos de Primo, que se la pique un pollo. Que eso es lo que se merecen. Cagondié.



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