Mijail Parkomenko, Maria Urupova y otros 350 campesinos ucranianos son 'proscritos': cultivan verduras y crían animales prohibidos en sus huertos y casas situados en los alrededores de Chernobil, la zona más radioactiva del mundo desde hace 20 años. La explosión del reactor número 4 supuso el exilio forzado para decenas de miles de personas de los pueblos a 30 km a la redonda de la central nuclear que, en muchos casos, fueron destruidos por sus altos índices de radioactividad.
Sin embargo, un año después, en 1987, más de 2.000 personas lograron burlar la prohibición de las autoridades y volver a las tierras que les habían visto nacer y en las que preferían morir antes que abandonarlas. «Regresamos pasando por el bosque, siete kilómetros a pie, bajo la vigilancia de los helicópteros», recuerda Maria Chevchenko, de 65 años.
Al principio las autoridades intentaron obligarles a abandonar el lugar pero ellos amenazaron incluso con el suicidio y lograron su objetivo: que les dejasen en paz. Desde entonces, los proscritos han vivido dos décadas apartados del mundo, aislados, contaminados pero felices. Ahora sólo quedan 350, la mayor parte ancianos.
Cultivos propios
Todos cultivan legumbres, frutas y verduras, crían pollos e incluso cerdos y alguna que otra vaca para alimentarse. «Nuestros productos están comprobados cien veces. Son normales», asegura Maria Urupova, de 71 años. «¿Se quedan a comer una sopa? ¿No tengan miedo!», ofrece Ivan Semeniuk sin esforzarse en contener la risa. Los expertos, sin embargo, no comparten su sentido del humor.