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Lunes, 10 de abril de 2006
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CALLE PORVERA
Tambores y cornetas
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Con la llegada de la Semana Grande de Jerez, la Semana Santa para más datos, el ruido es una constante en las calles del caso histórico, es decir, donde yo vivo.

No es que me queje, no que vá. Esta semana hay bandas de tambores y cornetas por doquier, acompañando a no sé cuantas hermandades, pero tengo que reconocer que los tíos se lo curran, aunque de vez en cuando den el cante saliéndose de la fila para echarse un cigarrito e ir a la busca y captura de la choni que vio dos calles más abajo. Pero lo que no voy admitir es que los futuros trompetistas y tamboristas vengan a ensayar debajo de mi ventana.

Padres del mundo, pero qué hacéis. Los tenéis cuadrados, se os revienta uno y ahogáis al mundo en yema. A quién se le ocurre comprarle a un crío de tres años una trompetita de marras o un tambor de los coglioni. No sabéis que es tan nocivo como el tabaco. Al menos llevaróslo a casa a ensayar. Digo a la vuestra.

Kiosqueros ambulantes y perennes de Jeré, haced desaparecer, aunque sea estos días, esos artilugios de vuestros escaparates y mostradores, que pueden llegar a ser tan destructivos como las armas de Sadam Hussein. Y además ayudan a un mejor desarrollo del individuo, aunque tenga tres años. Con lo fácil que es comprarle al niño unas torrijas, una manzana de caramelo, unas rosquillas santas y revivir junto a él en una terracita semanas santas pasadas en las que los tambores y cornetas eran hasta un objetivo profesional cuando teníamos entonces sus ahora edades.

Las trompetas y los tambores para los que saben, y para los que quieren aprender, para esos está el Conservatorio coñio.



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