Eso pedimos los cofrades de la ciudad. Que se respeten nuestras tradiciones, así como nosotros respetamos las de los demás. No entiendo por qué un nazareno que sale con la cara tapada tiene que soportar las vejaciones y los insultos cuando sale a la calle, como le ocurrió a los del Santo Crucifijo de la Salud en la plaza Vargas, aguantando sin poder volver la cara y con ganas de partirle el cirio en la cabeza al listo de turno que, sin venir a cuento, te está ofreciendo su cubata.
Ni entiendo por qué una cofradía tiene que elegir su recorrido pensando en las zonas de menos movida para proteger su patrimonio de posibles ataques de hielos y bebidas espirituosas. Sinceramente, no veo yo a los cofrades tirando bolsas de incienso contra las carrozas de la cabalgata del carnaval de la ciudad, aunque ellos nos insulten gravemente con la letra de una chirigota. Ni a los cofrades boicoteando la entrada de la feria, o silbando en la pisa de la Uva en Septiembre.
Se trata simplemente de respeto. O mejor dicho de tenerlo. Que falta y mucho entre los ciudadanos. Se trata de entender que unas veces a unos, y otros a otros, a todos nos toca ceder parte de nuestros derechos para que los demás también puedan disfrutar de los suyos. Porque la teoría de que el tráfico se vuelve loco en Semana Santa no sé por qué no es aplicable a la Feria, cuando media avenida está cortada y es imposible aparcar o circular por la zona.
Respeto. Tenerlo. O que nos lo hagan tener, con suficiente dotación policial, con un servicio de limpieza adecuado, con una educación que tolere las distintas formas de pensar que hay entre los ciudadanos. Respeto, que no es tan difícil.
José Antonio Larrea. Jerez