Les gusta viajar?, ¿salen mucho de nuestra ciudad?, ¿aprovechan su tiempo libre para conocer de primera mano esos pueblos, ciudades y mundos diferentes que se encuentran detrás de nuestras fronteras? A mí sí. Por ello me parece un poco ridículo, e incluso pelín cateto, eso de ir pregonando que «mi pueblo -mi ciudad, mi aldea, mi municipio- es precioso. No hay en el mundo un sitio tan bonito». Pues claro. Es obvio que en ninguna otra parte del mundo se está como en el hogar de uno. No hay duda de que hay pocas cosas comparables a unas tapitas con los amigos en Rafael Rivero, un paseo por la Avenida con la familia, una mañana disfrutando del Zoológico con tu sobrina o una noche de copas por la Plaza del Caballo. No es soberbia, pues el que les relata pocas veces ha dejado de pisar suelo jerezano, pero no cierren su círculo, no se ahoguen y levante la mirada más allá del horizonte más cercano. Conocer mundo, culturas y sociedades diferentes enriquece al más culto.
Es cierto que puede llegar a ser cansado, agotador y costoso tanto económica como temporalmente, pero sin lugar a dudas merece la pena disfrutar de las miles de posibilidades que ofrece el mundo. No nos quedemos en la tradición de la Semana Santa jerezana, el folclore de nuestra Feria del Caballo o la familiaridad de Las Fiestas de Otoño, ya que en el momento que pillemos un avión y nos demos un paseíto para visitar aunque sea a los vecinos más cercanos, podremos evolucionar en aquellos aspectos negativos y valorar más las cosas de nuestro Jerez.