A quien madruga, Dios le ayuda». Estuvo poco original el ministro de Defensa, José Bono, pero el chascarrillo venía a cuento. El Congreso celebró ayer el pleno más tempranero de la legislatura para satisfacer los deseos de su presidente, Manuel Marín, para racionalizar los horarios laborales. Fue una sesión «experimental» que obligó a los diputados a adelantar el despertador una hora para debatir, entre otros proyectos, la ley de tropa y marinería. Los grupos parlamentarios accedieron a regañadientes a esta propuesta. Pero cumplieron: a las ocho de la mañana el hemiciclo mostraba un lleno nada desdeñable.
Marín ganó ayer su primera batalla. Las fuerzas políticas no acaban de ver con buenos ojos el plan concilia del presidente porque creen que su trabajo tiene poco que ver con el del común de los mortales. La mayoría de ellos no residen en Madrid y, de martes a jueves, viven en un hotel. Los lunes y los viernes los dedican a sus circunscripciones y si el pleno de los martes se celebrara a primera hora de la mañana perderían una jornada entera de dedicación a la parroquia.
A esta crítica se une el hecho de que el cambio de horario es una apuesta personal de la presidencia sin consenso y eso, en esta legislatura, es por sí sólo un motivo de oposición.
De la tarde a la mañana
En cualquier caso, Marín dio por buena la asistencia de ayer al pleno y anunció un nuevo ensayo el martes. Al fin y al cabo, los jueves las sesiones empiezan a las nueve de la mañana; así que la novedad esta vez no fue demasiado relevante. A las seis de la tarde ya habían terminado y cada cual se fue a su casa. El martes la cosa cambia. Los plenos comienzan a las cuatro de la tarde y la intención del presidente es adelantarlos a las 11.30 de la mañana. A su juicio, esto mejorará la productividad porque a menudo se termina a las once de la noche cuando la gente, dijo, está ya «muy cansada y nerviosa».
De todos modos, serán los trabajadores de la Cámara -ujieres, taquígrafos y personal auxiliar- los que realmente se tendrán que pegar el madrugón. Todo tendrá que estar listo para cuando lleguen los miembros de la Mesa que, en lugar de reunirse a las nueve, lo harán a las ocho. El presidente de la Cámara asegura que ya lo tiene todo previsto y que se han buscado «soluciones» para atender las necesidades de estos empleados.
Pero a quien realmente tiene que convencer para sacar adelante su plan es a los portavoces de los grupos parlamentarios. Algunos reprochan a Marín su filiación europea, no en vano Marín ha trabajado casi dos décadas en Bruselas. «En las instituciones comunitarias se cierra el chiringuito a las seis y se cierra de verdad; está por ver que aquí hagamos eso porque la vida política sigue más allá del Parlamento», critican. La estrategia del presidente es la persuasión por la vía de los hechos. El tiempo dirá.