Más de 180 cuevas y abrigos del sur de la provincia de Cádiz (Campo de Gibraltar, La Janda y zonas limítrofes) constituyen uno de los conjuntos de arte rupestre más importantes de Europa. Pequeños museos al aire libre que permiten estudiar de forma incomparable la evolución de las representaciones prehistóricas desde hace 20.000 años. Un patrimonio cultural de valor incalculable que ha permanecido desprotegido de la acción del tiempo y del vandalismo, y al que sólo desde hace unos años las administraciones han comenzado a prestar atención.
La Asociación Gaditana para el Estudio y la Defensa del Patrimonio Arqueológico (Agedpa) lleva desde 1999 denunciando esta situación de abandono y pidiendo una mayor protección para unos espacios reconocidos por la legislación como Bienes de Interés Cultural (BIC). Título que ha resultado ser hasta ahora insuficiente, ya que no les ha salvado de sufrir todo tipo de agresiones (pintadas, disparos, vertidos, etc.), y que ha llevado al Ministerio de Cultura a valorar la inclusión del conocido como Arte Sureño dentro del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica; un conjunto de cuevas, que van desde los Pirineos hasta Granada, que se encuentran en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1998, pero que de manera incomprensible no incluyen ni a Cádiz ni a Málaga, a pesar de ser también provincias mediterráneas y de tener pinturas tan importantes como las de la Cueva del Moro, la Cueva de la Pileta o la Cueva de Nerja.
«Altamira (Santillana del Mar, Cantabria) está considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre y, sin embargo, la Cueva del Moro (Tarifa) es 4.000 años más antigua. Aquí tenemos ejemplos de gran riqueza de todas las épocas, que permiten estudiar la evolución de estilos y técnicas, las influencias de otras culturas casi como en ningún sitio», comenta Lothar Bergmann, presidente de Agedpa.
Los grabados de équidos que se pueden ver en la Cueva del Moro datan del Paleolítico Superior (Solutrense), hace unos 20.000 años, representan el arte paleolítico más meridional del continente europeo. Aún así, la mayoría de las pinturas rupestres de la provincia de Cádiz son postpaleolíticas (Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro). De tal manera que, sin salir de Cádiz, se puede apreciar cómo se pasó de representar animales al estilo naturista (Cueva de Atlanterra, Tarifa; Cueva de las Palomas-1,Tarifa) -propio de las comunidades cazadoras-recolectoras nómadas del Paleolítico-, a pintar otras más esquemáticas y abstractas, donde ya aparece la figura del hombre (Cueva de Bacinete, Los Barrios; Cueva del Tajo de las Figuras, Benalup la Cueva de la Jara 2, Tarifa), como paso previo a la escritura -estilo característico de las comunidades sedentarias del Neolítico y del Bronce-.
Lo positivo y lo negativo
La Delegación Provincial de Cultura parece haber tomado conciencia en los últimos años de la importancia de preservar y poner en valor estos yacimientos. Así, recientemente se ha trabajado para recuperar las cuevas del Tajo de las Figuras, Atlanterra, el Moro, el Ciervo y las Bailaoras.En unos casos restaurándolas y, en otros, procediendo a su cerramiento y protección.
«Sólo 5 cuevas, de un total de 180 tienen protección», subraya Bergmann, a pesar de que reconoce la dificultad de vigilar y mantener un número tan amplio.
«Uno de los principales problemas es que están poco estudiadas. Aún hoy el conjunto no está catalogado», señala. A su juicio, las líneas prioritarias deberían centrarse en «proteger, conservar y transmitir». Por ello valora muy positivamente que el Consejo de Patrimonio Histórico Español esté valorando la ampliación del Arco Mediterráneo de Arte Rupestre. Un largo proceso que no impedirá, mientras tanto, que las pinturas sigan siendo objeto de agresiones.
Al margen de las generadas por el paso del tiempo, como la aparición de grietas o de líquenes, el fundador de Agedpa acaba de denunciar una nueva agresión causada por ciudadanos desaprensivos. Se trata de la Cueva de la Horadada (San Roque). «Quieren declarar la zona coto de caza, y la cueva ya está llena de impactos de balas. Deberían realizar un vallado perimetral». Una problema que entiende oculta otro: el de la educación. «Es muy importante que desde niños en los colegios se inculque el valor y respeto por estos bienes culturales. Es el único modo de evitar que se hagan pintadas o se rayen intencionadamente las pinturas», dice.
Asimismo, le preocupa el caso del Tajo de las Figuras, «porque cerca se va a abrir un albergue y un camping y sólo se cuenta con un vigilante cinco días a la semana. Hay que buscar soluciones». Y continúa: «la Administración tiene que entender que no se trata de gastar, sino de invertir. Si se pusieran en valor estos lugares, se atraería a muchos visitantes. Además, serviría para salir de la estacionalidad que implica el turismo de sol y playa. La gente vendría a ver las cuevas en cualquier época de año y eso, por otra parte, daría puestos de trabajo estables », reivindica.
Historia de una causa
Lothar Bergmann, experto en espeleología nacido en Alemania, llegó en los años 80 a Tarifa. En aquella década ayudó a los investigadores de la UNED que se desplazaron hasta la zona a encontrar las cuevas que aparecían mencionadas en una obra de 1929. «No se sabía donde estaban -recuerda-. Los investigadores se marcharon y no hicieron nada por su conservación». Desde entonces, y ahora ya jubilado, no ha cejado en su empeño de luchar porque este patrimonio no caiga en el olvido. Por el momento, ha conseguido que Agedpa tenga casi un centenar de asociados y que su web sea de las más visitadas de la red (www.arte-sur.com). Ahora, recoge firmas para apoyar la inclusión del Arte Sureño en la lista de la Unesco, y asegura que «aún queda mucho por hacer».