Parcialmente cautiva y desarmada la banda que ha robado a mano armada en Marbella, al Gobierno le corre prisa que la hermosa ciudad víctima del saqueo tenga una gestora que gestione de otro modo. ¿Cómo iban a cuadrar las cuentas si el metro cuadrado se convirtió en un círculo vicioso? Los legendarios siete niños de Écija acamparon en la Costa del Sol que más calienta y donde mejor se enfría el dinero negro y ahora se pretende corregirlo en siete días, a día por bandolero.
No había que ahondar en la catadura moral de algunos protagonistas del expolio: bastaba con fijarse en su apariencia, que aunque pueda ser equívoca, siempre es delatora: Jesús Gil, alias El Despechado, El Cachuli, La Rubia, La Yagüe, El Maloliente Roca...
El Gobierno desea acelerar la disolución de las hereditarias cuadrillas, pero el PP insiste en que hay que convocar elecciones. Los populares están convencidos de que ejercer la leal oposición consiste en obstruir todas las medidas que tome el partido gobernante, sean necesarias o no. Le importa menos lo que pueda hacerse que impedir que se haga.
Es cierto que no tiene precedentes en nuestra joven democracia la disolución de un Ayuntamiento, pero no es menos verdad que allí se ayuntaron una cantidad de forajidos cuyo número y avidez también carece de precedentes, a pesar de la dura competencia litoral.
¿Qué sería mejor, celebrar elecciones o intentar corregir en siete días los desaguisados de tantos años? Creo que a los españoles nos gusta votar porque se nos prohibió durante mucho tiempo.
Quien esto escribe, sin ir más lejos, no pudo hacerlo hasta rondar el medio siglo. Celebrar elecciones sería sin duda lo más deseable. De momento, lo que se están celebrando son discusiones. En una letrina.