Son pocas las personas que pueden dejarlo todo para perderse durante unos meses en los rincones más olvidados y sorprendentes del planeta. Él es uno de los afortunados. Cansado del día a día de su profesión, Javier Reverte abandonó el periodismo para lanzarse a la aventura de conocer mundo. Cientos de viajes en la mo-chila que ha sabido plasmar como pocos en unos libros que le han valido ser conocido como uno de los grandes del género del panorama literario español.
Entre viaje y viaje, Reverte se toma su tiempo para elaborar grandes títulos como El sueño de África, Corazón de Ulises, La noche detenida o la Trilogía de Centroamérica, Dios, el diablo y la aventura, unos títulos que, además de acumular galardones, mezclan «las dos caras esenciales de su carrera profesional», como él mismo asegura, «la novela y los libros de viajes», aunque sin olvidar poemarios como Trazas de polizón, género que trata «de vez en cuando».
Precisamente, y haciendo un hueco entre viaje y viaje, hoy realiza una parada en Cádiz para desgranar dos muestras de sus géneros literarios predilectos: sus últimos títulos, El médico de Ifni y El río de la desolación. Será dentro del ciclo La prensa en la calle cuando el escritor madrileño y el periodista Román Orozco desgranen en un coloquio la esencia de su literatura.
-El médico de Ifni y El río de la desolación son muestras de sus géneros predilectos, la novela y los libros de viaje. ¿Por qué se decantó por estas categorías literarias?
-La novela es el género en el que más me he entrenado, pero me gusta mucho viajar y contar lo que veo. Cuando empecé a relatar mis viajes por África, parece que le gustó al público y me dediqué un poco más a ellos. Pero, de todos modos, los libros de viajes no serían de calidad si no tuvieran un trasfondo de novela, un planteamiento literario completo. Si no hubiese tratado antes ese género, no haría buenos li-bros de ningún tipo.
-Con tantos viajes que ha realizado, ¿se considera trotamundos antes que escritor?
-Me considero ante todo escritor, un escritor al que le gusta viajar.
-Durante 30 años fue reportero de guerra, cronista político... ¿por qué abandonó el periodismo?
-Por muchas razones. Lo primero porque el periodismo es una profesión para jóvenes, es un trabajo muy cansado que exige un alto grado de tensión. Además, los trabajos para periodistas mayores, directores y demás, son muy aburridos. A mí lo que me gusta es el reporterismo. En segundo lugar, porque la profesión ha cambiado mucho y ya no me gusta el tipo de periodismo que se hace hoy día; ha perdido su esencia que es la del reportero. Así que me dedico a lo que de verdad me gusta, escribir, y además tengo la suerte de poder vivir de ello.
-Cuando inicia uno de sus viajes, ¿tiene ya en mente el tipo de libro que escribirá o se deja llevar por los acontecimientos?
-Depende. A veces me hago una idea de lo que voy a escribir, otras veces cambia según se va desarrollando el viaje y otras viajo por viajar, sin tener en mente ninguna historia. La idea de un libro nunca debe ser un pensamiento cerrado en la cabeza. Es algo que se va creando mientras se viaja, si se da el caso, o mientras se va escribiendo.
-¿Qué le aportan los viajes a la hora de escribir, inspiración?
-Más que inspiración, lo que trato de lograr con mis viajes es un contraste entre la imagen que ya tengo sobre los lugares que visito, tras haber leído sobre ellos, con la realidad que encuentro una vez allí.
-¿Reserva algún espacio para apuntes biográficos en sus obras?
-No, nunca he incluido nada biográfico en ninguna de mis obras. En los libros de viajes hablo en primera persona y narro lo que he ido viendo, pero nunca incluyó nada biográfico, y mucho me-nos en las novelas. Quizás en mi próximo libro, que saldrá en octubre, es posible que sí muestre algún capítulo de mi infancia.
-Si tuviese que elegir entre los libros de viaje y las novelas, ¿con qué género se quedaría?
-De momento, tengo total libertad para escribir, y nadie me obliga a elegir. Supongo que al final terminaré siendo novelista porque, con 61 años que tengo, pronto tendré que dejar de viajar. Supongo que al final será la vida la que me obligue a elegir.