Los 'tories' que se han movido contra Boris Johnson

Al menos 54 conservadores han manifestado por carta no tener ninguna confianza en el primer ministro británico

Boris Johnson salva la moción de confianza de su propio partido y continúa como primer ministro

Opinión de Pedro Rodríguez | El primer ministro de Magaluf

El número 10 de Downing Street, residencia del primer ministro británico EFE / Vídeo: Boris Johnson supera la moción de censura interna y seguirá al frente del Gobierno - EP
Ivannia Salazar

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En los casi tres años que lleva Boris Johnson en el cargo de primer ministro británico, son muchos y de diversa índole los escándalos en los que ha estado involucrado. Sin embargo, de una forma o de otra, siempre ha conseguido salir airoso, incluso cuando todo indicaba que incluso en sus propias filas la rebelión crecía al punto de presagiar su salida. Obligado, eso sí, porque nunca ha estado dispuesto a dimitir. La gota que colmó el vaso y que ahora lo ha puesto una vez más contra las cuerdas fueron las fiestas ilegales celebradas en Downing Street mientras la población estaba confinada para evitar la propagación del Covid-19.

El escándalo del 'partygate' , por el que incluso fue multado por la policía, provocó que en diciembre fuera el parlamentario Roger Gale el primero en anunciar que había enviado una carta de «no confianza» a Graham Brady, presidente del Comité 1922, encargado de poner en marcha una moción de censura interna en caso de que al menos el 15% del total de diputados tories, es decir, 54, enviaran sendas misivas. En aquel momento, hace ya casi nada más y nada menos que seis meses, Gale aseguró que dijo que no esperaba que el primer ministro liderara a los conservadores en las próximas elecciones generales, previstas para el 2024. Para Gale, el de Johnson no era el «tipo de liderazgo» que «necesitaba el Partido Conservador» y advirtió que se avecinaba una competencia por el liderazgo dentro de la formación. Otros le siguieron, como Peter Aldous, diputado por Waveney, que en febrero anunció en su cuenta de Twitter que había presentado una carta. «Después de un profundo examen de conciencia, he llegado a la conclusión de que el primer ministro debe renunciar», escribió.

Más vehemente fue Aaron Bell , diputado de Newcastle-under-Lyme, que a principios de año hizo una emotiva declaración en la Cámara de los Comunes en la que le espetó a Johnson que él y su familia lloraban la muerte de su abuela sin siquiera haberla abrazado mientras que el primer ministro estaba de fiesta. También Steve Brine , parlamentario de Winchester, manifestó que la moción parecía «inevitable», y agregó: «He dicho a lo largo de esta lamentable saga que no puedo y no defenderé el indefendible. Los hacedores de reglas no pueden ser infractores de la ley».

Tobias Ellwood , diputado por Bournemouth Este, un peso pesado, también fue uno de los primeros en presentar una carta de no confianza a principios de año, y aunque dijo que tenía la intención de retirarla, cambió de opinión después de que Johnson comparara la lucha de Ucrania contra Rusia con el Brexit.

Precisamente con la invasión rusa de Ucrania el tema del 'partygate' pareció caer en un segundo plano que, sin embargo, volvió a ponerse sobre la mesa hace dos semanas, cuando la funcionaria Sue Gray dio a conocer las conclusiones de su investigación interna sobre las fiestas. La reacción del público y de muchos en las propias filas 'tories' no se hizo esperar. Como colofón, llegó el abucheo atronador sufrido por Johnson y su esposa, Carrie, el pasado miércoles a su llegada a la Catedral de San Pablo en Londres, donde se celebró un servicio religioso de acción de gracias por los 70 años de reinado de   Isabel II. La calle habló y los parlamentarios escucharon.

Otros nombres que se han sumado a la oposición contra Johnson son Stephen Hammond , diputado de Wimbledon; Alicia Kearns , diputada por Rutland y Melton, que opinó que Johnson engañó al Parlamento o Anne Marie Morris , diputada de Newton Abbot, quien consideró que «el hecho de que se hayan realizado eventos sociales en el número 10 en incumplimiento de las reglas que ellos mismos impusieron es francamente insultante para quienes hicieron lo que se les dijo».

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