Pedro Rodríguez
Sueños de la sinrazón
El nacional-populismo lanza sus ocurrencias más tóxicas contra la inmigración irregular
Cuando los consensos que rigen la vida pública dejan de funcionar y la confianza empieza a escasear, los monstruos periclitados tienden a reencarnarse y poner a prueba sociedades enteras que hasta ahora creían en la democracia, los derechos humanos, la separación de poderes y el imperio de la ley como parte de todas esas lecciones dolorosamente aprendidas durante el «corto siglo XX». Un siglo abreviado por el historiador marxista Eric J. Hobsbawn pero suficientemente longevo como para generar tantas ilusiones y utopías como desengaños y desastres.
En Italia -el primer gran país europeo en sucumbir al nacional-populismo- se agolpan ya algunas de las ocurrencias más tóxicas contra la inmigración irregular. Matteo Salvini, líder de la Liga Norte , está empeñado en cumplir su promesa electoral de anteponer los intereses de los italianos por encima de todo. Una jerarquización de prioridades que en su caso implica llevar a la cuna del fascismo por un peligroso camino de confrontación y xenofobia . Salvini es un excomunista que nunca se ha ganado un sueldo fuera del politiqueo de tertulia. Además de un oportunista racista, como demuestra cada vez que puede en redes sociales, y un vergonzoso palmero de Putin. Es verdad que está en la cresta de la ola electoral pero también es verdad que es el ministro del Interior que cierra los puertos italianos a barcos cargados con «carne humana»; el que insiste en contar y recontar gitanos; y el que acaba de proponer campos de internamiento en el sur de Libia…
El presidente de EE.UU. no puede resistir la idea de quedarse atrás en estos sueños de la sinrazón. Y para estar a la altura, Trump ha llegado a plantear, vía Twitter mientras se desplazaba a su campo de golf en Virginia, olvidarse del debido proceso de ley para los «sin papeles» . Según este último eructo, los inmigrantes ilegales deben ser deportados de inmediato sin intervención judicial o la posibilidad de presentar alegaciones. Con el argumento paranoico de que «no podemos permitir que todas esas gentes invadan nuestro país».
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