La premio Nobel de la Paz Suu Kyi visita China para recomponer los lazos con Birmania

Como ministra de Exteriores y auténtico poder del nuevo Gobierno democrático, hará alarde de su pragmatismo para estrechar relaciones con el autoritario régimen de Pekín

Foto de archivo de Suu Kyi REUTERS

PABLO M. DÍEZ

La premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, ministra de Exteriores de Birmania y auténtico poder en dicho país tras su transición democrática, inicia este miércoles una visita a China que durará hasta el domingo. Demostrando una relevancia mayor que la que denota su cargo, será recibida con honores propios de jefe de Estado y se reunirá con el presidente de China, Xi Jinping, y el primer ministro, Li Keqiang.

Esta es el segundo viaje oficial que efectúa a China «La Dama» , como es popularmente en Myanmar (nombre oficial de la antigua Birmania) . Como presidenta de la Liga Nacional por la Democracia, ya fue recibida en junio del año pasado por los principales dirigentes del régimen de Pekín, quienes eran muy conscientes de que su partido ganaría – como así ocurrió – las elecciones celebradas en Birmania en noviembre, las primeras libres desde 1990. Tras su visita a Tailandia en junio, China es el primer país fuera del Sudeste Asiático al que Aung San Suu Kyi se desplaza. Y, como bien han apuntado los medios chinos, lo hace antes de viajar a Estados Unidos en septiembre, lo que demuestra la importancia de sus relaciones con Pekín.

Aunque los lazos entre ambos vecinos se han enfriado durante los últimos tiempos, China sigue siendo el principal socio comercial de Birmania y uno de sus mayores inversores extranjeros. Pero sus contactos ya no son tan fluidos como en la época más dura de la Junta militar que antes controlaba el país, cuando el régimen de Pekín era uno de los pocos aliados que le quedaban debido a las fuertes sanciones internacionales impuestas por Occidente.

Pero, a medida que Birmania empezó a abrirse al mundo y apuntó hacia una transición democrática, dejó de depender tanto de Pekín, llegando incluso a enfrentarse a sus planes. En 2011, el general reformista Thein Sein suspendió las obras de la faraónica presa hidroeléctrica de Myitsone , que se estaba levantando con capital chino en el río Irawaddy, por las fuertes protestas medioambientales protagonizadas por los habitantes de la zona. El destino de dicho proyecto, presupuestado en 3.600 millones de dólares (3.200 millones de euros), será discutido estos días por Aung San Suu Kyi y los mandatarios chinos , ansiosos por retomar las obras para que el 90 por ciento de la energía generada por la presa llegue a su país. Aunque Suu Kyi abogó en su momento por suspender este embalse , habrá que ver la postura que mantiene ahora su Gobierno, que en noviembre revisará la viabilidad de varias presas, entre ellas de Myitsone.

A cambio de desbloquear este proyecto, el Gobierno birmano puede obtener la mediación de China en las conversaciones de paz que está llevando a cabo con varias guerrillas étnicas que controlan buena parte de los 2.100 kilómetros de frontera que comparten varios países. Algunos de estos grupos armados, que han montado sus propios Estados paralelos en dichas zonas, están dirigidos por rebeldes de etnia china y resisten gracias a sus contactos al otro lado de la frontera.

Como ocurrió durante su anterior viaje, la visita de Aung San Suu Kyi será criticada por los grupos defensores de los derechos humanos, que denuncian que una premio Nobel de la Paz como ella no alce su voz a favor de los disidentes perseguidos por el autoritario régimen de Pekín . Como caso más sangrante, entre ellos destaca Liu Xiaobo, quien también es Nobel de la Paz y cumple desde 2009 una condena de once años de prisión.

Aunque Suu Kyi se ganó su reputación como icono de la democracia por su oposición a la Junta militar birmana, que la confinó durante casi dos décadas bajo arresto domiciliario, hace tiempo que abrazó el pragmatismo político. Ya en 2010, en una entrevista concedida a ABC nada más ser liberada , avanzó que «los intereses comerciales están por encima de los derechos humanos» y que le gustaría tener «buenas relaciones con China porque no somos enemigos solo por querer democracia» . Tras dejar atrás sus días idealistas como mártir político, ni siquiera una Nobel como ella puede librarse de la servidumbre del poder y la «realpolitik».

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