Claves de Latinoamérica

Perú no sale de una parálisis política que castiga a su economía

Contribución económica positiva del millón de refugiados venezolanos, la segunda mayor cifra de la diáspora provocada por el chavismo

Keiko Fujimori, presidenta del partido Fuerza Popular EFE

Emili J. Blasco

Las elecciones parlamentarias extraordinarias del último domingo de enero no resolvieron la parálisis política que vive Perú y que está afectando a su economía, cuyo crecimiento en 2019 bajó al 2,4% frente al 4% del año anterior.

Las elecciones desbloquearon la situación de tablas en la que se encontraba la confrontación entre el presidente del país, el centrista Marín Vizcarra , y la oposición de Fuerza Popular, el partido de derecha de Keiko Fujimori , que tenía mayoría en el Congreso. Pero el resultado electoral no resuelve las cosas, pues la atomización política que se ha producido complica la constitución de mayorías, al tiempo que deja a los partidos políticos solo pendientes de las elecciones ordinarias que tendrán lugar el año que viene.

Menor crecimiento del PIB

En su último informe sobre el país, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se manifiesta en sintonía con la política económica de Vizcarra, que en realidad responde al amplio consenso que en esta materia han mostrado básicamente todos los gobiernos peruanos desde 1990, pero advierte que las medidas más necesarias fueron retrasadas «por el punto muerto entre el poder ejecutivo y el legislativo».

Según el FMI, «la ejecución de proyectos de inversión pública ha sido más lenta de lo planeado en el presupuesto», algo en lo que tuvo que ver el bloqueo político y la controvertida disolución del Congreso dictada por Vizcarra. Eso contribuyó a la ralentización económica en 2019 , también derivada de la menor exportación de materias primas y de la afectación de la actividad pesquera por el mal tiempo. El FMI también toma en consideración el estado de crispación política provocada por la corrupción ­–con varios expresidentes y otros dirigentes encarcelados o con causas abiertas– para concluir que todo ello «ha reducido el ‘momentum’ de crecimiento y ha suscitado preocupaciones sobre la perspectiva de crecimiento a largo plazo».

El organismo internacional no es pesimista, pues inicialmente estima que la economía peruana crecerá un 3,2% en 2020 y un 3,7% en 2021, pero sus previsiones para este año las hizo antes de saberse que el resultado de las elecciones del 26 de enero iba a dejar un panorama político igualmente complicado.

Fragmentación y provisionalidad política

La principal novedad de las parlamentarias extraordinarias fue el desplome del partido de Keiko Fujimori. Fuerza Popular, que controlaba el Congreso saliente, perdió 58 puestos y se quedó solo con 15 (a la espera de los resultados oficiales definitivos). La cuestión es que ningún partido le ha sustituido como fuerza de referencia. El partido con más escaños es Acción Popular, que obtuvo 25 (de un total de 130), seguido de Alianza para el Progreso, con 22.

Además de esa atomización aumenta también la cacofonía, con la estridencia del partido agrario y de pseudoreligión Frepap, que fue el segundo en votos, y del indigenismo autárquico de Unión por el Perú. El que fuera el segundo partido en apoyo popular en las elecciones de 2016, el PPK, creado para elevar a la presidencia a Pedro Pablo Kuczynski, no ha sobrevivido a la dimisión de este por corrupción y ya no tiene presencia directa en el Congreso.

Aunque ha habido una reducción del peso de la derecha en el Congreso, no se ha producido un aumento sustancial de la izquierda. El voto de centro se llevó el 40% de los peruanos, la derecha el 25%, la izquierda el 21% y lo que podría denominarse el voto disruptivo el 16%.

Vizcarra deberá ahora buscar alianzas para revalidar las decenas de decretos que dictó durante la disolución del Congreso y para sacar adelante otras reformas que pretende. En algunas cuestiones podrá reunir apoyos suficientes, pero dada la volatilidad que en estos momentos existe en la política peruana, los partidos serán reacios a ciertos compromisos pues solo estarán pensando en las elecciones parlamentarias y presidenciales del próximo año.

Un millón de venezolanos

La presencia de casi un millón de venezolanos en Perú –la cifra más alta de la diáspora provocada por el régimen de Maduro después de la que acoge Colombia– ha sido de momento positiva para la economía del país, según el informe del FMI antes citado, que dedica un apartado a este asunto. Entre principios de 2017 y mediados de 2019 llegaron a Perú 800.000 venezolanos, cifra que representa el 2,5% de la población peruana. Desde junio de 2019 las autoridades del país han puesto restricciones; con todo, la inmigración sigue creciendo y puede alcanzar 1,4 millones de personas en 2023.

El 90% de esos inmigrantes han logrado trabajos informales, sin afectar por tanto al mercado de trabajo formal –no ha se registrado un aumento del paro–, si bien los recién llegados han supuesto una competencia para jóvenes peruanos de baja cualificación.

El FMI recoge estimaciones del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) que indican el 0,3% del crecimiento del PIB en 2018 puede ser atribuido a los exiliados venezolanos , sobre todo por el incremento del consumo privado que han supuesto, especialmente en el área de Lima y el Callao. En 2021 esa aportación podría subir al 0,4%. Después, según el BCRP, pueden darse efectos negativos, como un descenso de la productividad y mayores fricciones por los puestos de trabajo, si bien a medio plazo la diáspora venezolana habrá encontrado un adecuado acomodo en la economía de Perú.

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