Pedro Rodríguez - DE LEJOS
Entre el cielo y el infierno
Naciones Unidas recuerda que ningún país va a ser capaz de salir de esta crisis en solitario
Al segundo y malogrado secretario general de Naciones Unidas, el sueco Dag Hammarskjöld, se le atribuye una de las mejores definiciones de la institución estrenada en San Francisco a finales de octubre de 1945: «Fue creada no para llevar a la humanidad hasta el cielo sino para salvarla del infierno». En 1945, la tragedia de la Segunda Guerra Mundial había conseguido entreabrir las puertas del infierno: genocidio, armas de destrucción masiva y la horrorosa confirmación de que el coste humano de los conflictos bélicos tiende a ser cada vez más indiscriminado.
A los 75 años de historia, y encasillada desde hace tiempo como grupo de riesgo por los renegados del orden internacional liberal, la ONU ha vuelto a recurrir al contexto de lo apocalíptico para recordar que la pandemia de coronavirus plantea la mayor amenaza para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Es decir, que las puertas del infierno se están volviendo a abrir o como decía un irreverente cómico, «Dios ha pedido la cuenta».
Conforme el Covid-19 se ha propagado literalmente por todo el mundo, la primera inclinación de muchas naciones ha sido retirarse dentro de sus fronteras, aplicar restricciones de todo tipo, desentenderse de sus vecinos e intentar hacer frente a este reto a través de respuestas estrictamente nacionales. Esta respuesta tan ensimismada recuerda a todos los fracasos en cadena acumulados en los años treinta. Sin olvidar la importancia del esfuerzo de rectificación del nuevo orden construido a partir de las cenizas de 1945: desde Naciones Unidas hasta las instituciones de Bretton Woods, pasando por el proyecto de integración de Europa.
En estos momentos tan difíciles, muchos gobiernos se han lavado bastante bien las manos con respecto al multilateralismo solidario. Y demasiados se han olvidado de que una lucha global como el coronavirus requiere también de soluciones globales. Sobre todo si se quiere evitar que este infierno biológico se convierta también en un infierno político, económico y social para todo el mundo.
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