Pedro Rodríguez

Demasiado pequeño para quebrar

El gran dilema sobre prioridades resucita en Estados Unidos ante la respuesta fiscal al coronavirus

Una mujer pasa por delante de la Bolsa de Nueva York EP

El hecho que las primarias hayan quedado forzosamente congeladas en Estados Unidos no quiere decir que el debate político se encuentre también sometido a cuarentena. Demócratas y republicanos se enfrentan esta semana en la colina del Capitolio al gran dilema sobre prioridades, ya planteado por la crisis financiera del 2008, y ahora resucitado al hilo de la respuesta fiscal de Washington a la debacle económica provocada por la pandemia del coronavirus.

El debate legislativo por la vía de urgencia se centra en un paquete de estímulo que se aproxima a los dos billones de dólares. La astronómica cantidad realmente no es objeto de discusión ante los ingentes daños que va a suponer paralizar durante semanas (con suerte) la mayor economía del mundo. De hecho, ante la magnitud e implicaciones de este parón, el presidente Trump ha empezado a cuestionar si el remedio no va a resultar peor que la enfermedad.

El consenso sin embargo se ha esfumado ante las prioridades que deben regir este paquete de rescate económico. La lógica de las medidas planteadas en 2008, durante la recta final de la Administración de Bush hijo, fue dar preferencia a grandes compañías consideradas como «demasiado grandes para quebrar». Con la cruel paradoja de empresas rescatadas con dinero público cuya prioridad parecía limitarse a mantener los salarios privilegiados de sus irresponsables ejecutivos.

En el mundo profundamente trastocado por el coronavirus, la bronca en Washington pasa por incluir como prioritarios a todos esos trabajadores y negocios sin recursos para afrontar un mes de parón e incapaces de competir con grandes corporaciones a la hora de ejercer influencia sobre el gobierno federal. Ante el triaje fiscal planteado, utilizan la irónica consigna de «demasiado pequeño para quebrar». Del porcentaje que se destine a su rescate en el paquete discutido en el Congreso va a depender la respuesta a la gran pregunta de las elecciones de noviembre. Especialmente en un contexto político donde más que nunca ya no vale aquello de «bussiness as usual».

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