El ministro de Interior alemán comprueba personalmente que las fronteras están cerradas

El objetivo de la visita era comprobar personalmente que los controles se llevan a cabo con «profesionalidad» y «sin excepciones»

El ministro del Interior alemán, Hosrt Seehofer, junto al del Estado de Sajonia, Roland Woeller, este jueves en Britenau AFP

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«Hemos cerrado esta frontera por un buen motivo, para proteger la salud de la población de unas mutaciones del coronavirus que han demostrado ser altamente infecciosas y potencialmente más mortíferas». Así ha justificado el ministro de Interior alemán, Hosrt Seehofer, el cierre de fronteras que Alemania aplica en su línea fronteriza con el Tirol austriaco y con la República Checa. Sehhofer ha acudido personalmente a uno de estos controles en la línea checa, el de Breitenau, para comprobar sobre el terreno las dificultades que esta decisión está causando al tránsito de mercancías y para explicar una decisión que ha recabado severas críticas de los países vecinos y socios europeos. «Esta medida interesa también a la República Checa», ha dicho, «porque sus autoridades desean igualmente interrumpir la expansión de estas infecciones». «En Alemania la población soporta duras restricciones , muchos negocios no pueden abrir sus puertas, muchos trabajadores trabajan en jornada reducida y otros han perdido su empleo. En estas condiciones, sería injustificable que dejásemos entrar las mutaciones del virus sin tratar de oponer resistencia, eso restaría credibilidad a los esfuerzos del Gobierno por resolver esta crisis sanitaria», ha sido su explicación.

El objetivo de la visita era comprobar personalmente que los controles se llevan a cabo con «profesionalidad» y «sin excepciones», después de que el pasado lunes, con las temperaturas descendiendo y colas kilométricas de camiones esperando para presentar su documentación, algunos controles decidiesen aplicar la manga ancha y liberar, así, el tráfico. En los pasos de Waidhaus, las colas siguen alcanzando los 20 kilómetros . Mike, un camionero alemán a una hora de su casa, ha tenido que pasar una noche entera esperando. «Para mí no ha sido tan difícil. Mi mujer me trajo algo de comida caliente y café, ropa de abrigo y muda. Pero para muchos otros compañeros está siendo un infierno. Aquí no hay ni baños ni forma de comprar alimentos. Es absurdo pensar que estas personas van a introducir mutaciones del virus en Alemania , solo quieren llegar a su destino y entregar la carga. Son profesionales y llevan ya un año entero respetando a conciencia todas las normas de seguridad», se queja. Los policías que llevan a cabo el cierre fronterizo tienen algo más de suerte. «Salimos una hora a la calle para hacer controles o vigilar las colas y después entramos a calentarnos», dice uno de ellos a la televisión alemana Sat 1. Más de mil agentes han sido desplazados desde otros Bundesländer para apoyar la operación de cierre fronterizo.

Moratoria

Una de las excepciones a las que se permite el paso es la de extranjeros empleados por empresas alemanas cuyo trabajo se considera de «importancia sistémica». Más de 2.500 empresas han pedido el certificado especial que ha de extender la Cámara de Comercio de Ratisbona a tal efecto, según constata su portavoz Richard Brunner. «Están agotando todas las posibilidades legales para no perder nivel de actividad», explica. El cierre fronterizo tomó desprevenidas a las empresas y Alemania otorgó una moratoria de esta excepción hasta el viernes 19 de febrero, pero a partir de esa fecha los trabajadores no podrán cruzar como acostumbran a hacer diariamente para acudir a su puesto de trabajo. Aun así, la Policía Federal y la Policía de Fronteras de Baviera tuvieron que devolver a más de 6.700 personas de las alrededor de 48.600 controladas entre el 14 y el 16 de febrero, por no cumplir con los requisitos de entrada.

La medida está causando situaciones absurdas en una región fronteriza donde la población está acostumbrada a cruzar a diario y por los motivos más diversos. La prensa local ha publicado el caso de una abuela que no pudo recoger a su nieto de cuatro años en el jardín de infancia de Niederndorf , en el lado tirolés, porque no llevaba una prueba de coronavirus negativa de máximo 48 horas. En caso de haber contado con el test, tendría que haber guardado cuarentena de diez días a la vuelta a casa. «Aquí nos conocemos todos. En condiciones normales, habría recogido a mi nieto sin entrar en contacto con nadie más, como hago habitualmente, pero como ha venido el ministro, los policías tienen miedo de hacer cualquier excepción, aunque saben perfectamente quién soy y que no me voy a contagiar», ha lamentado, «al final me han tenido que traer al niño hasta la frontera y a él sí le han dejado entrar, claro».

En cuanto al transporte de mercancías , las empresas también están buscando las vueltas a la situación para evitar el cierre. El Grupo alemán Hegelmann describe en un comunicado de prensa que desvió algunos transportes desde Italia a través del triángulo fronterizo entre Italia, Austria y Eslovenia en Karawanken, y algunas de sus importaciones checas están pasando a través de Polonia. «Cuando esto no sea posible, los conductores tendrán que aguantar la espera», certifica el comunicado. La situación de los conductores es «alarmante», según la empresa alemana, y «los compromisos de entrega basados en la demanda ya no son posibles en estas condiciones, por lo que podrían volver a producirse paradas en la producción y estantes vacíos en los supermercados», afirma Siegfried Hegelmann , gerente del Grupo Hegelmann.

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