Merkel acusa a Alternativa para Alemania de querer «destruir la democracia»
El partido de extrema derecha tiene dos facciones, una de las cuales, liderada por Björn Höcke, coquetea abiertamente con la nostalgia nazi

La división interna que ha precipitado a la CDU de Merkel a una crisis de liderazgo posiblemente sin precedentes queda de manifiesto en las actas de la última reunión de su directiva, filtradas a la prensa alemana.
En el contexto de la votación del presidente regional de Turingia, en la que el liberal Kemmerich fue elegido con los votos de los diputados regionales de la CDU y de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), se manifestaron dos tendencias irreconciliables . Por una parte, la firme oposición de Merkel a cualquier tipo de acercamiento o asociación a AfD. La canciller atacó duramente a ese partido durante la reunión y acusó a sus dirigentes de querer socavar la democracia.
«AfD tiene una agenda muy clara», dijo ayer Merkel a la directiva de su partido, «y por supuesto esta agenda también es un desafío particular para nosotros, especialmente con respecto a la CDU, porque está muy claro que según AfD la democracia debe ser destruida. (...) que quieres socavarla, (…) esto puede percibirse en cada sesión del Bundestag». Esta tesis es apoyada por el presidente del Bundestag y autoridad muy respetada en la CDU, Wolfgang Schäuble , que lleva tiempo repitiendo que «las categorías derecha e izquierda han quedado ha superadas, ahora la cuestión se dirime entre los prosistema y los antisistema».
«No es Weimar»
Friedrich Merz , el más visible opositor interno a Merkel y a la hasta hace pocos días sucesora , Annegret Kramp-Karrenbauer , mantuvo otra posición muy diferente. Merz advirtió contra la relativización del fascismo en el debate sobre AfD, una postura que también ha defendido públicamente durante un acto en Magdeburgo. « Erfurt no es Weimar », dijo la noche el martes, refiriéndose a la situación en Turingia. El uso inflacionario del término fascismo en relación con la AfD relativiza lo que está asociado con este término en Alemania, aunque reconoció que «es cierto que estamos tratando con representantes antidemocráticos, xenófobos y en parte abiertamente antisemitas». Merz admite ciertos paralelismos entre AfD y los nazis, concretamente que «juegan con la democracia, tal como lo habrían hecho los nacionalsocialistas», y asintió a que «en ningún momento debe haber ninguna duda de que la CDU no está dispuesta, de ninguna forma, a trabajar con los enemigos de nuestra democracia».
A estas dos facciones enfrentadas y para terminar de completar el caótico cuadro, ha de sumarse necesariamente la posición de los socialcristianos bávaros de la CSU , partido conservador tradicionalmente asociado a la CDU y cuyo líder, Markus Söder , advierte hoy contra una «ruptura total con la era de Merkel». «Eso estaría mal», afirma en una entrevista con Frankfurter Allgemeine Zeitung, en la que defiende que Alemania necesita «un gobierno estable con un canciller respetado internacionalmente». Söder aconseja a la CDU aclarar en primer lugar las cuestiones estratégicas, «luego la presidencia del partido, después el candidato conjunto a canciller de la CDU y la CSU y, finalmente, un futuro equipo», sugiere, señalando además que una reorganización del gabinete de ministros debería ser «natural». Söder no ha restado gravedad a la situación. Para la Unión, considera, es un «todo o nada». Compara esta crisis como «mucho más grave» que el escándalo de las donaciones ilegales que terminó con Helmut Kohl .
Dos tendencias
La cuestión sobre si AfD es comparable o no al partido nazi de Hitler, nada desdeñable en la política alemana , es un debate trampa del que solo puede beneficiarse la propia AfD. Entre sus filas hay también dos facciones, una de las cuales, liderada por Björn Höcke , coquetea abiertamente con la nostalgia nazi, mientras que otra parte del partido lamenta que «el tono de Höcke es un problema».
Detrás de sus líderes más extremistas como el de Höcke, Gideon Botsch, hay militantes y simpatizantes que forman o han formado parte de organizaciones de extrema deecha o incluso neonazis, un núcleo que piensa en términos de raza y que comparte un pasado ultra en los años ochenta y noventa y que gracias a victorias electorales muy significativas en los Bundesländer orientales ha ganado peso en la formación política. Se autodenominan «El Ala» y hoy por hoy no es posible situarse en un puesto relevante de la estructura de AfD si no se cuenta con su apoyo. No aceptan la democracia parlamentaria, que desean dinamitar desde dentro, y defienden la «verdadera democracia», plebiscitaria y restringida a los «votantes legítimos». Desean derribar los consensos constitucionales apoyados en los grandes partidos tradicionales sirviéndose de las instituciones del Estado.
Ayer, AfD presentó una demanda contra Angela Merkel por abuso del cargo, en relación con unas declaraciones realizadas por la canciller sobre Turingia, y una segunda demanda por coacción al primer ministro electo de ese estado federado, Thomas Kemmerich , quien tras el terremoto político desatado se vio forzado a dimitir. Merkel afirmó que lo ocurrido en el Parlamento regional de Turingia suponía un «procedimiento excepcional» que ha roto con la «profunda convicción» de su partido de que «no se deben ganar mayorías con el apoyo de la AfD». «Dado que la señora Merkel ya no ocupa una función relevante dentro de la CDU y tampoco se encontraba de viaje en África en calidad de miembro de la CDU, sino como jefa del Gobierno alemán, estamos aquí ante un claro caso de abuso del cargo con vulneración de la igualdad de oportunidades de los partidos», ha denunciado el copresidente de la AfD, Jörg Meuthen.
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